Reflexiones Bíblicas

San Juan 16,29-33

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



Sus discípulos le dijeron: "Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios". Jesús les respondió: "¿Ahora creen? Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo". 

Leer el comentario del Evangelio por : Juan Pablo II, papa 

Mensaje para la jornada mundial de la paz, 2002; 9_10 

"En el mundo encontraréis dificultades y tendréis que sufrir pero tened ánimo, yo he vencido al mundo." (Jn 16,33)

Las familias, los grupos, los estados, la comunidad internacional misma tienen que abrirse al perdón para reanudar los lazos rotos, para ir más allá de las situaciones de condena recíproca, para vencer la tentación de excluir los demás negándoles toda posibilidad de apelación o recurso. La capacidad de perdón está en la base de todo proyecto de una sociedad futura más justa y más solidaria.

Negar el perdón, al contrario, sobre todo si es para mantener los conflictos, tiene repercusiones incalculables para el desarrollo de los pueblos. Los recursos se consagran a la carrera de armamentos, a los gastos de guerra o para enfrentarse a las represalias económicas. Así faltan los medios económicos necesarios para el desarrollo, la paz y la justicia. ¡Cuánto sufrimiento hay en la humanidad porque no sabe reconciliarse, qué atrasos porque no se sabe perdonar! La paz es la condición del desarrollo, pero una paz verdadera no es posible sin el perdón.

La propuesta del perdón no es algo que se admite por su evidencia o que se acepte fácilmente. En ciertos aspectos, es un mensaje paradójico. En efecto, el perdón comporta siempre, a corto plazo, una pérdida aparente, mientras que, a largo plazo, propicia un beneficio real. Con la violencia pasa exactamente lo contrario. La violencia opta por un beneficio a corto plazo, pero prepara para un futuro lejano una pérdida real y permanente. El perdón podría parecer una debilidad. En realidad, tanto para el que lo pide como el que lo concede, hace falta una fuerza espiritual grande y un coraje moral a toda prueba. Lejos de disminuir a la persona, el perdón la conduce a un humanismo más profundo y más rico, la capacita para reflejar en ella un rayo del esplendor del Creador.