Reflexiones Bíblicas

San Juan 20,24-29

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". 

Leer el comentario del Evangelio por : San Cirilo de Alejandría (hacia 380_444) obispo y doctor de la Iglesia 

"Dichosos lo que creen sin haber visto." (Jn 20,29)

Esta palabra del Señor está totalmente conforme con la misericordia de Dios y nos es de gran provecho. Porque aquí, el Señor se preocupa grandemente de nuestra alma, porque es bueno, porque quiere "que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad." (1Tim 2,4)

Esto nos puede sorprender porque tuvo que soportar pacientemente a Tomás, así como a los demás discípulos que lo tenían por un fantasma o por un espíritu. El Señor, para convencer al mundo entero, tuvo que mostrar las señales de los clavos y la herida de su costado. En fin, de manera sorprendente y sin estar obligado a ello por necesidad, tomó alimento para no dejar ningún motivo de duda a los que tenían necesidad de signos...

Aquel que no ha visto pero acoge y tiene por verdadero lo que le enseñan, da testimonio de una fe ejemplar en lo que su maestro le ha dicho. Por tanto, se llaman dichosos todos aquellos que han creído gracias a las palabras de los apóstoles quienes fueron "testigos oculares" de los grandes prodigios de Cristo y "servidores de la Palabra" como lo dice Lucas (1,2) Porque es necesario escucharla, si estamos llenos de un amor apasionado por la vida eterna y si nos interesa el premio de encontrar en el cielo nuestra morada.