Reflexiones Bíblicas

San Juan 1,45-51

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 


Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret". Natanael le preguntó: "¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?". "Ven y verás", le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez". "¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera". Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees . Verás cosas más grandes todavía". Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre". 

Leer el comentario del Evangelio por : San Pedro Damián (1007_1072) ermitaño, obispo, doctor de la Iglesia 

"Como la lluvia y la nieve caen del cielo...así será la palabra que sale de mi boca..." (Is 55,10)

Los apóstoles son las perlas preciosas que San Juan dice haber visto en el Apocalipsis y que constituyen las puertas de la Jerusalén celestial. (Ap 21,21)... En efecto, cuando los apóstoles, por sus signos y prodigios hacen brillar la luz divina, abren las puertas de la gloria de la Jerusalén celestial a todos los pueblos convertidos a la fe cristiana. Y todos los que se salvan, gracias a ellos, entran en la vida, como un viajero entra por una puerta... De ellos dice el profeta: "¿Quiénes son ésos que vuelan como nubes...?" (Is 60,8) Estas nubes se condensan en agua cuando riegan la tierra de nuestro corazón con la lluvia de su doctrina para hacerla fértil y portadora de gérmenes de buenas obras...

Bartolomé, cuya fiesta celebramos hoy, quiere decir en arameo: "hijo del portador de agua". Es hijo de este Dios que levanta el espíritu de sus predicadores a la contemplación de las verdades de arriba, de manera que puedan regar con eficacia y en abundancia, con la lluvia de la palabra de Dios, el campo de nuestros corazones. Ellos beben el agua de la fuente con el fin de podernos saciar a nosotros de esta misma agua.