Reflexiones Bíblicas

San Juan 20,11-18

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les contesta: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto." Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabia que era Jesús. Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?" Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: "Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré." Jesús le dice: "¡María!" Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa: "¡Maestro!" Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."" María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto."

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El evangelio de hoy nos muestra, a través de la experiencia de la Magdalena, cómo la comunidad maduró su experiencia de fe y pudo comprender el alcance y el significado de la resurrección de Jesús. En un primer momento la comunidad se deja intimidar por la actitud despectiva de las autoridades. Los que enviaron a Jesús a la tumba quieren oficializar su propia versión de los acontecimientos recurriendo al engaño, al mentira y el soborno. Ellos piensan que la muerte es la prisión definitiva en la que pueden encerrar a Jesús y a su mensaje. Sin embargo, se equivocan, porque la voz viene de Dios "y la voz de Dios no muere". En un segundo momento la comunidad desconsolada busca a Jesús, y el temor y la desesperanza los lleva al lugar donde él no se encuentra. La comunidad, entonces, descubre la vaciedad de la tumba y la inutilidad de la angustia. La comunidad pasa, casi inadvertidamente, del cansancio a la escucha y, por esto, comienzan a tomar en serio las voces que los invitan a ‘darse la vuelta’ y reconocer que Jesús está vivo en medio de ellos. Jesús estaba frente a la comunidad pero no lo aceptaban porque aún miraban para atrás, hacia la tumba que parecía haber consumido toda esperanza. En el momento que descubren a Jesús lo abrazan, lo retienen, lo quieren todo para la propia comunidad. Sin embargo, el resucitado se libera y los libera para que toda la comunidad se ponga en camino hacia la misión.