Reflexiones Bíblicas

San Juan 15,1-8

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos."

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Jesús, valiéndose de la alegoría de la viña, invita a los suyos a permanecer unidos a él. Pero no es una unidad cerrada, autocomplaciente y dependiente. Es la unidad de la comunión fraterna que es capaz de enfrentar todas las dificultades que amenazan a la comunidad de discípulos de Jesús. Cuando la experiencia de fe no hunde sus raíces en la misma experiencia de Jesús fácilmente se busca el acomodo y la vida fácil. O, sencillamente, se busca afianzarse en la tradición que da seguridad. Así les pasaba a los primeros cristianos de origen judío. Así nos pasa hoy. Para no arriesgar nada preferimos anclarnos en lo seguro del pasado para no abrirnos al riesgo de lo nuevo. Pero Jesús nos desafía, nos desinstala, nos lanza a la aventura del presente y a la inseguridad del futuro. Solo la unidad fraterna en torno a Jesús es la única garantía de una vida auténtica. No hay más seguridades ni jurídicas, ni políticas, ni doctrinales. 

El signo que hará creíble el mensaje de Jesús es la unidad de los creyentes que se expresa en la fraternidad y solidaridad con quienes no tienen acceso a los bienes para optimizar su calidad de vida. En un mundo dividido por las guerras genocidas, las injusticias escalofriantes, la sistemática violación de los derechos humanos, fruto del egoísmo y la ambición humana, la comunión fraterna, solidaria y misericordiosa será una luz que mantenga viva la esperanza de la humanidad.