Reflexiones Bíblicas

Lc 17, 26-37

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Interrogado por los fariseos sobre cuándo llegaría el Reino de Dios, él les respondió: «El Reino de Dios no viene con espectáculo; ni se podrá decir: vedlo aquí o allí; porque, mirad, el Reino Dios está ya en medio de vosotros». Y dijo a los discípulos: «Vendrá un tiempo en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. Entonces os dirán: "Vedlo aquí, o vedlo allí". No vayáis ni corráis detrás. Pues, como el relámpago fulgurante brilla de un extremo a otro del cielo, así será en su día el Hijo del Hombre. Pero es necesario que antes padezca mucho y sea reprobado por esta generación».

Comentarios de Thierry Maertens

El Reino de Dios no se inscribe ya en el tiempo de los antiguos, observable externamente en los signos de la naturaleza, sino en el tiempo que define el hombre mismo mediante su compromiso con el momento presente.

Hasta que llegó Cristo, el hombre consideró el tiempo como una fatalidad que se le imponía desde fuera. Inclusive el judío, que ansiaba ya más un tiempo de tipo lineal e histórico, seguía concibiendo su evolución como una iniciativa exclusiva de Dios. Festejar el tiempo era conformarse con una evolución de la que no se poseían las llaves. Con Jesucristo, el primer hombre que percibió las eternidad del presente porque era Hombre_Dios, el hombre festeja su propio tiempo en la medida en que busca la eternidad de cada instante y la vive en la vida misma de Dios.

La vida cotidiana avanza según esto al compás de un calendario preestablecido; la memoria del pasado y los proyectos hacia el futuro sólo sirven para contribuir al valor de eternidad que se encierra en el presente. No existe ningún día que haya que esperar más allá de la historia; cada día encierra en sí la eternidad para quien lo vive en unión con Dios.