Reflexiones Bíblicas

San Lucas 19, 45-48

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Entró en el Templo y comenzó a expulsar a los que vendían diciéndoles: «Está escrito: Mi casa será casa de oración. Pero vosotros habéis hecho de ella una cueva de ladrones». Y enseñaba todos los días en el Templo. Pero los príncipes de los sacerdotes y los escribas intentaban acabar con él, lo mismo que los jefes del pueblo, pero no encontraban cómo hacerlo, pues todo el pueblo estaba pendiente escuchándole.

Comentarios de Marcel Bastin

«Mi casa será Casa de oración».

Jesús habla del Templo para denunciar lo que los hombres han hecho de él: una casa hecha a la medida de los hombres.

Nuestra casa es nuestro hogar, el lugar donde nos encontramos a nosotros mismos, es decir, donde dejamos caer nuestras caretas para ser lo que somos. Nuestra casa es nuestra vida. Y la hemos arreglado a nuestra manera, a nuestra medida.

«Mi Casa será Casa de oración». Esta es la decisión del cristiano. Su vida no le pertenece: ¡ya no es dueño en su propia casa! Su casa se ha convertido en la morada de Dios. «Mi Casa es Casa de oración», y la oración es creación.

Mi vida ha de ser un largo aprendizaje de la libertad, dentro mismo de mis propias torpezas. En vez de ser el refugio en que me repliego sobre mis seguridades, mi vida, en la decisión de mi fe, se abre a lo inesperado. Como hace el alfarero, haciendo surgir una forma inesperada del barro compacto tras un largo aprendizaje de sus manos, después de haber ido madurando lentamente en su interior lo que quiere dar a luz.

Mi casa será casa de oración, y la oración es confianza, abandono a la palabra de gracia. Cuando ha dejado el trapecio y se lanza al vacío de una trayectoria bella y peligrosa, el acróbata se despliega y se ofrece a las dos manos extendidas, abiertas allá abajo, que le van a permitir elevarse con gracia de nuevo hacia la cúspide. Mi vida, en vez de encerrarse en las paredes estrechas de una morada pequeña, se arriesgará a mirar hacia el cielo y hacia esas dos manos extendidas que me llaman.

«Mi Casa será Casa de oración». En vez de estar construida a la medida de nosotros mismos, nuestra vida se abrirá al poder del Padre: «Si el Señor no construye la casa, en vano se esfuerzan los constructores". Nuestra vida, en vez de ser tan sólo una vida humana, se convierte entonces, por gracia, en una vida consagrada, en un templo santo: «¿No sabéis que sois el Templo de Dios?».