Reflexiones Bíblicas

San Lucas 18,9-14

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."


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El texto de la primera lectura es de Oseas, del Primer Testamento diríamos, pero lo recogerá Jesús en su predicación y quedará recogido en el Evangelio. Se trata de uno de los principios básicos del mensaje de los profetas, y una de las características también centrales de la visión de Jesús: más importante siempre que el culto vertical directo hacia Dios, es el «culto horizontal» que le damos a través del hermano. Dios quiere «misericordia», o sea, compasión hacia el que sufre, amor hacia los demás, tratarlos bien y sin injusticia... y prefiere esa misericordia a cualquier «sacrificio», que aquí singifica no esfuerzo o mortificación o dolor, sino sacrificio de culto, sacrificios cultuales hechos a Dios para agradarle. No hay ningún sacrificio cultual que pueda agradarle tanto como la misericordia. Más: sin misericordia, los sacrificios culturales no sólo no le agradan, sino que le desagradan profundamente: ¡resultan sacrificios blasfemos!

Eso era una dimensión esencial del mensaje de los profetas. Y Jesús lo recoge, lo hace suyo, sin retoques, sin suavizamientos. Jesús en este punto es un profeta más, el Profeta del Segundo Testamento, que renueva y hace suyo el mismo mensaje. Desde entonces, este mensaje debe ser un criterio para medir la autenticidad de la vida cristiana. Por supuesto que el culto, la oración, la dimensión «vertical» hacia Dios, es importante. Pero, para Jesús, y para Dios mismo, siempre es prioritaria la dimensión horizontal, la del amor y la justicia. Sin estos componentes, toda pretensión de dar culto «directo» hacia Dios, en «vertical», queda descalificado. Como discípulos de Jesús debemos ser ultracelosos en esto: primero debemos ser justos, totalmente justos, luego debemos ser amorosos, cariñosos, acogedores, gratuitos... El culto, la oración, la dimensión vertical vendrá a confirmar todo aquello.