Reflexiones Bíblicas

San Lucas 6,12-19

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. 

Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos. 

COMENTARIOS

Lucas comienza el pasaje señalando la importancia de la oración. Jesús va a fundar el nuevo pueblo de Dios representado en los doce apóstoles. Ellos sustituyen al antiguo pueblo que se ha opuesto a Jesús. Los apóstoles tienen una función especial en la comunidad lucana. Ellos son la garantía y el fundamento de la comunidad eclesial que se levanta como el nuevo pueblo mesiánico.

En seguida Lucas coloca a Jesús frente a la multitud, en la llanura en contraste con Mateo que este episodio es colocado en el monte. Jesús indica a su apóstoles el carácter evangelizador de su vocación. La palabra de Jesús va acompañada de signos que le dan autenticidad al anuncio realizado. Jesús no es un charlatan. El es el Mesías esperado por las naciones, el gran liberador del pueblo pero no desde el esquema mental dominante sino desde los designios de Dios. 

También el discípulo debe garantizar con signos tangibles la calidad de su predicación. Una evangelización sin respaldo en la vida de las gentes no deja de ser más que un discurso barato. Tampoco se trata de sensacionalismos emocionales y pasajeros. Se trata de suscitar, ante todo, personas y comunidades seriamente comprometidas con el Anuncio del Reino.

La evangelización va articulada a la promoción humana. Si nuestra catequesis, nuestra liturgia, nuestros grupos apostólicos no integran en su propuesta pastoral la promoción integral del ser humano, esta será incompleta y, seguramente, poco creíble.