Reflexiones Bíblicas

San Lucas 9,7-9

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: "A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?" Y tenía ganas de ver a Jesús. 

COMENTARIOS

La persona de Jesús despierta inquietud, intriga, curiosidad entre las autoridades Judías, particularmente, en el Rey Herodes Antipas, Tetrarca de Galilea, hijo de Herodes el grande y de ingrata memoria para el pueblo. Este hombre corrupto, cruel y represivo quiere conocer a Jesús. Posiblemente sus muchos pecados no le dejan tranquilo. No sabe si Jesús es uno de los antiguos profetas, particularmente Elías, que ha retornado nuevamente. O la imagen de Juan decapitado le atormenta el sueño. Parece que la conciencia del tirano no queda tranquila por los muchos crímenes cometidos contra su pueblo.

La pregunta de Herodes sobre la identidad de Jesús prepara el amiente para lo que unos versículos más adelante el evangelista pone en boca de Pedro. 

La memoria de los mártires se convierte en juicio para los victimarios. Así ha sucedido en muchos capítulos de la historia. Aquellos hombre y mujeres que han vivido coherentemente su compromiso evangelizador hasta sellarlo con su propia sangre cuestionan los sistemas corruptos sostenidos sobre el sufrimiento de los pobres. Por eso el olvido de sus causas, de sus historias y de sus sueños es la mejor manera de callarlos para que no incomoden. Hace algunos años el Papa Juan Pablo II nos invitó a recuperar la historia de los mártires de cada continente. América Latina tiene una gran historia que contar escrita con sangre de mártires del Reino. 

La vida de cada persona que ha entregado su sangre por la causa de Jesús constituye el patrimonio testimonial más precioso de una comunidad cristiana. La invitación es que en nuestros grupos apostólicos y comunidades de base recuperemos la memoria de nuestros mártires. Como se decía antiguamente la sangre de los mártires es semilla de cristianos. Hoy diríamos que la sangre de nuestros mártires nos alienta a seguir trabajando incansablemente por el Reino. No permitamos que el olvido sepulte el precioso tesoro que ellos nos han legado.