Reflexiones Bíblicas

San Lucas 10,38-42

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señeor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano." Pero el Señor le contestó: "Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán." 

C OMENTARIOS

La práctica de Jesús no se caracterizó por el activismo ni por las obras espectaculares y costosas. Su labor se concentró en formar comunidad, transformar la mentalidad de las personas, celebrar los signos del Reino, rescatar a los marginados y dar a la mujer y al hombre un lugar en la comunidad humana. Todo lo hizo con los más modestos medios, como predicador itinerante. Al final de su vida lo único que tuvo fue la lejana compañía de alguno de sus discípulos y la soledad de la cruz. Allí enfrentó solo el destino, el ideal, por el cual luchó y murió. Sin embargo, su obra continuó en la historia gracias a que su Espíritu animó a sus seguidores y amigos a persistir en la obra que él había empezado y a insistir en su estilo de vida.

En el pasaje del evangelio que leemos el día de hoy, se nos hace un llamado a no creer que nuestra labor como discípulos del Señor consiste en un activismo desmedido. O, peor, aún, que nuestra tarea es andar urgiendo a los demás para que se conviertan en activistas frenéticos. El evangelio, por el contrario, nos invita para que crezcamos en el silencio, formándonos como oyentes y servidores de la palabra de Dios. Atentos al tráfago de la vida cotidiana pero concentrados en lo que el Maestro nos propone.

Nuestra vida como animadores de la comunidad eclesial pasa primero por un discipulado "a los pies del Señor". Pues, nuestra acción en el mundo no es únicamente un conjunto de actividades a favor de un ideal, sino una forma de hacer crecer la presencia de Dios, el Reino, entre los humanos. Y para esto, necesitamos de la palabra del Maestro, que nos guíe en cada momento por el camino adecuado.