Reflexiones Bíblicas

San Lucas 11,15-26

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron: "Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios." 

Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: "Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo les demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama. Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice: "Volveré a la casa de donde salí." Al volver, se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio." 

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María, con su pueblo, aguardaba el día de la redención definitiva, supo recibir la esperanza de una humanidad oprimida en su seno. Su vida estaba totalmente volcada hacia Dios y, aunque tuvo que recorrer el camino con los discípulos, señaló el derrotero que la humanidad habría de reconocer como senda de salvación. Por eso, su canto (Lc 1, 46-55) es uno de los himnos más sorprendentes del Nuevo Testamento. Muchos han tratado de bajarle el tono, de hacerle explicaciones mitigantes. Pero, tiene tal fuerza en su contenido y en la boca de quien lo entona que los esfuerzos por atenuarlo resultan inútiles. Es como tapar el sol con un dedo. 

El pasaje que hoy leemos y que muchos recitamos de memoria al rezar el "Ave María" está íntimamente conectado con el Magnificat . Forma parte del patrimonio popular y es fuente de esperanza para todo el pueblo cristiano. En él se condensa la historia del diálogo intenso y fecundo de Dios con la Humanidad. Especialmente con la humanidad que está dispuesta a escuchar al Señor y a seguir su camino. Sorprende, pues, que algo tan grande y magnífico, sea expresado con tanta sencillez. Con un ‘sí’ definitivo y fructífero inicia una nueva etapa en la historia de la humanidad. Y empieza precisamente de un lugar de donde se cree que nada puede venir: de la periferia, la marginación y pobreza. De la humildad de una mujer ignorada por la historia oficial que anuncia la realización de la historia de Salvación en su Hijo, esperanza de la Humanidad.