Reflexiones Bíblicas
San Lucas 13,18-21

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, decía Jesús: "¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas." Y añadió: "¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta." 

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Jesús exhorta a sus oyentes para que se esfuercen por escoger el camino difícil: la puerta angosta de la justicia. De lo contrario, nadie se salvará aunque haya compartido la misma mesa con Jesús o haya escuchado su enseñanza. La salvación de la humanidad depende de la actitud misericordiosa hacia el hermano pobre y abandonado. Pues no son los muchos rezos y venias los que conducirán al Reino. Tampoco las muchas meditaciones, dietas y tratamientos espirituales.

La salvación está abierta a toda la humanidad, incluso a aquellos que no comparten nuestras creencias religiosas o que simplemente no tienen ninguna creencia. Nuestro deber no es pararnos en la puerta del Reino para vigilarla y estorbar el paso de los demás. Puesto que no somos propietarios del camino sino sus caminantes, y no somos los patrones del Maestro sino sus discípulos; nuestra función no es enrolar gente para salvarla en nuestras iglesias, sino ser testigos de Jesús y su Palabra.

Escuchamos a diario muchos predicadores y conferencistas que garantizan la salvación en esta vida y en la otra. Se apropian de la Palabra de Jesús y la amoldan a su acomodo para reclutar partidarios de su causa. No sirven a la causa de Jesús sino a sus propios intereses. Enseñan caminos fáciles, recetas y fórmulas para la salvación que se inclinan al mero cumplimiento de deberes piadosos sin ningún contacto con la realidad y mucho menos con una opción efectiva por la justicia. Estos no son los caminos que nos muestra Jesús en su evangelio.