Reflexiones Bíblicas
San Lucas 19,41-44

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: "¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus 
enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida." 

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La ciudad de Jerusalén era capital de Palestina en aquellos tiempos. En esta ciudad se concentraba el poder político, religioso y económico de todo el país. En ella se encontraba ubicado el Templo al cual estaba todo 
judío obligado a peregrinar, y que se constituía en el edificio más alto de toda la ciudad. La ciudad había sido asediada muchas veces por reinos extranjeros. Una de los más importantes ocurrió en el año 587 a.C. en la 
cual fue arrasada la ciudad. Jesús se encuentra con esta ciudad y llora por ella, pues es una ciudad incapaz de reconocer al Mesías, al salvador. Su importancia política, económica y religioso le cierra los ojos ante el Hijo de Dios que se acerca a ella. Llanto es el sentimiento que experimenta Jesús al saberse no reconocido por los habitantes de Jerusalén. La profecía acerca de la destrucción de la ciudad por un asedio militar, hace referencia al asedio del año 587 a.C. (Is 37,33; Jer 52, 4-5). La ceguera de la ciudad es el comienzo del castigo que terminará con la caída de la ciudad.
No reconocer el mensaje salvador de Jesús; negarse a dar crédito a sus palabras, que son palabras de justicia y de paz, es lo que lleva a la destrucción. Negarse a reconocer en Jesús el camino por el cual se pueda dar la paz y la justicia entre los hombres, es negarse a la acción de Dios. Muchas veces no nos hemos sentido acogidos y nuestras palabras son despreciadas, pero a pesar de todo esto, Jesús sigue su camino y es capaz de entraren Jerusalén para asumir la cruz.