Reflexiones Bíblicas
San Lucas 1,57-66

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. 

A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: "¡No! Se va a llamar Juan." Le replicaron: "Ninguno de tus parientes se llama así." Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: "Juan es su nombre." Todos se quedaron extrañados. 

Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: "¿Qué va a ser este niño?" Porque la mano del Señor estaba con él. 

COMENTARIOS

El libro de Malaquías nos pone en evidencia una antigua tradición según la cual antes de que se manifestara el Mesías, el profeta Elías vendría para anunciar a su pueblo la inminencia de la llegada de los tiempos mesiánicos. Los evangelistas identifican a este Elías que había de venir con Juan el Bautista (Mt 17,10-13; Mc 9,9-13), quien sería el que allanaría, prepararía el camino para la venida del Mesías esperado que sería Jesús. Por esta razón leemos a Malaquías en estos tiempos de Adviento, que son de preparación para la fiesta del Nacimiento de Jesús, el Mesías.

El evangelio de Lucas nos narra el nacimiento y la circuncisión de Juan. Nos cuenta que llegado el tiempo Isabel da a luz a Juan. Pasados ochos días, según la costumbre, fueron a circundar al niño y le pusieron por nombre Juan, que significa Dios es favorable. Nos dice además el evangelista, que los vecinos de las montañas de Judea se reunieron en torno de la casa de Zacarías, guardaban estos hechos en su corazón y reconocían que la presencia de Dios se manifestaba en Juan. Sólo hasta este momento, el momento de la circuncisión y de la imposición del nombre, Zacarías vuelve a hablar. El que no creía en la promesa de Dios, ahora la reconoce ante su realización. 

La invitación que nos hace el evangelista es asumir la misma posición de los habitantes de las montañas de Judea, donde vivían Zacarías e Isabel. Admiraban asombrados las maravillas de Dios y reconocían la grandeza de su salvación. En este adviento, estamos invitados reconocer en Jesucristo que nace, la presencia de Dios, y en la espera, la dinámica de reconocimiento de su presencia en las acciones que desarrolla a favor de su pueblo, personificado en la pobreza y marginación de María, en la incredulidad de Zacarías y en la fe y reconocimiento de Isabel.