Reflexiones Bíblicas
San Lucas 10,1-9

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: "La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Miras que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, por que el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed los que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios.""

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Las lecturas de hoy continúan con una atrayente invitación a renovar el ardor misionero de las primeras comunidades cristianas. Jesús, de camino a Jerusalén (9,51), escoge y envía otros setenta. La misión no es una tarea de unos pocos, sino un llamado universal en el que todos los cristianos han de tener parte. Lucas no nos menciona sus nombres. Para ser misionero no es necesario nombre, títulos o prestigio. Basta un corazón sincero, dispuesto aceptar la misión encomendada por el Dueño de la mies.

La comunidad misionera (de dos en dos) debe ser consciente de los conflictos que encontrará y de los contradictores que intentarán detener su misión (v.3) y deberán viajar ligeros, en pobreza y disponibilidad.

Serán gente de paz, constructores y anunciadores de paz, gente amiga, que "entra" en las casas, que permanece, hecha raíces y comparte la vida y la mesa; no personas que van de un lugar a otro sin entregarse verdaderamente en ninguna parte. Serán gente de servicio, que hace cierto su anuncio del Reino en gestos concretos de liberación y dignificación de las personas. 

Así hemos de ser los seguidores de Jesús: gente que camina en comunidad y que se lanza, en pobreza y libertad, a la tarea de anunciar la presencia de Dios que se manifiesta en aquellos que se hacen servidores y solidarios, que buscan la paz y la justicia entre los pueblos.