Reflexiones Bíblicas
San Lucas 10, 17-24

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre." Él les contestó: "Veía a Satanás caer del cielo como un rato. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo." En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar." Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron." 

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La primera lectura tomada del libro de los Hechos nos presenta a la Comunidad Apostólica reunida en Jerusalén después de llegar del monte de los Olivos donde Lucas ubica la despedida definitiva y Ascensión del Señor. Dos motivos importantes se pueden resaltar en este pasaje. Primero, la comunidad apostólica como tal: Lucas nos da la lista completa de los apóstoles, como en otros pasajes sinópticos, encabezada por Pedro, Juan y Santiago; pero algo muy importante es que no se hallan solos, con ellos hay otras personas que completan la comunidad apostólica: hay varias mujeres entre ellos: María la madres de Jesús y sus hermanos. Es importante que cuando hablemos de «comunidad apostólica» no nos quedemos sólo con la idea de que esa se conformaba únicamente por los once, completada después con Matías, con ellos, queda dicho, que habían también mujeres y otros creyentes. El segundo motivo que podemos resaltar en el pasaje es lo que caracteriza esta primitiva comunidad: la enseñanza, la comunión, la fracción del pan y la oración asidua (cf. Hch 2,42; 4,32-35; 5,12-16). 

La liturgia de hoy nos presenta este pasaje de Hechos porque allí se menciona a María la madre de Jesús cuya memoria se celebra hoy bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario y qué mejor que volver a encontrarnos con esa María inserta en la Primitiva Comunidad, sin ningún tipo de privilegio más del que le daba ser la madre del Maestro, dedicada como todos los discípulos y como discípula a la enseñanza, a la oración, a la comunión, la fracción del pan. Ojalá que en nuestros temas pastorales tratemos cada vez más de volver a ubicar a María en ese ambiente de la primera comunidad para poder volver a sentirla de verdad como madre, como compañera de camino, como primicia de la redención, como modelo de creyente y como modelo de mujer liberada y liberadora, evangelizada y evangelizadora, ¿no anima más esta figura al creyente actual que aquella otra imagen de reina, soberana endiosada y envuelta en nubes? 

Esa misma María del cenáculo, mujer de familia, de comunidad, nos la presenta hoy el evangelio en un diálogo con el ángel Gabriel. Todos conocemos el pasaje lucano de la anunciación y cada que volvemos sobre él encontramos siempre nuevos elementos que nos ayudan a profundizar un poco más en ese misterio insondable que es el plan del Padre. 

Desde el punto de vista literario, Lucas utiliza el recurso llamado relato de vocación conocido ya desde el Antiguo Testamento (cf. Ex 3,1-15; Jr 1,4-19 etc.), el cual sigue un esquema más o menos uniforme: irrupción de Dios en la vida (conciencia) del elegido y encargo para el que ha sido elegido; sorpresa del elegido (turbación, susto...), palabras de «resistencia», respuesta de Dios (o de su mensajero): «No temas... Yo estoy contigo», aceptación del elegido, en este caso, de la elegida. 

Desde el punto de vista teológico, es la constatación del profundo respeto de Dios por sus criaturas. Ciertamente Dios no dispone del destino de nadie sin contar con su consentimiento (el relato de la vocación de María es el itinerario de nuestra propia vocación). Dios, mundo (creación), ser humano, tres realidades que se implican íntimamente. Dios con ser Dios no es ese ser arbitrario que dirige a su antojo los destinos del mundo y de las personas. Los relatos de vocación que la Biblia nos narra son la constatación del gran interés de Dios en establecer un diálogo en el que el mundo y la criatura humana son los principales beneficiados. Siempre, al que ha sido llamado se le confía una misión que por supuesto sobrepasa sus capacidades, y por eso se confiesa incapaz, inútil, declara no sentirse digno de la llamada-misión, sin embargo, la respuesta de Dios es siempre la misma, «no temas, Yo estoy contigo», y en el caso de María, como quiera que es el mensajero de Dios quien habla, de todos modos la respuesta es idéntica, «no temas María, el Espíritu de Dios está contigo». No hay ruptura pues entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. El Dios que se revela desde Antiguo y la forma cómo se revela, el Dios que busca el diálogo como manera de involucrar a sus criaturas humanas en su proyecto, está aquí ahora delante de una joven Nazarena, tan simple, tan ignorada, tan insignificante y tan odiada por el judaísmo oficial, ¿para qué? para intentar abrir un nuevo espacio de diálogo que incluirá ahora el gran misterio de la Encarnación. 

Como los otros llamados en el Antiguo Testamento, Moisés, Jeremías... fueron capaces de dar ese paso y aventurarse a cooperar con Dios, también María se lanza al vacío con una única seguridad: Dios estará con ella, no hay nada imposible para Dios, le dice el ángel. Nuestra vida cotidiana es un continuo ir y venir en busca de seguridades, nos da miedo el futuro y buscamos afanosamente tener seguridad por todo lado, lo mismo vale para nuestra vida de fe. Nos da miedo vivir nuestra fe en perspectiva de aventura, queremos que aquello que creemos esté ya «garantizado», «certificado». En este relato de la vocación de María, su actitud, su respuesta es de nuevo un desafío para nuestra fe. Ella no tenía nada asegurado, su único presupuesto como punto de arranque era sentirse amada por Dios, agraciada delante de él, aunque odiada por la religión oficial, minimizada, minusvalorada hasta el extremo por ser mujer, y peor aún por ser de Nazaret, región de Samaría! todo lo que queramos, pero al fin amada por Dios, ese es su único presupuesto, suficiente para emprender la aventura de su caminada de fe. En el camino irá aprendiendo, y cuánto le costó aprender, pero hace el recorrido de fe como discípula de su hijo; viéndolo a él, escuchándolo a él, María va haciendo un camino, camino que también nosotros estamos invitados a recorrer. Nosotros tenemos muchas ventajas sobre esos personajes bíblicos, sobre María, los discípulos, pero no por eso podemos perder de vista dos cosas: En Jesús y su mensaje, Dios nos sigue invitando al diálogo, a la cooperación en su proyecto de salvación y en segundo lugar, su diálogo implica un lanzarse sin temor a la aventura de la fe.