Reflexiones Bíblicas
San Lucas 12, 13-21

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia." Él le contestó: "Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?" Y dijo a la gente: "Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno -ande sobrado, su vida no depende de sus bienes." Y les propuso una parábola: "Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos anos; túmbate, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios." 

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En el camino, alguien de la multitud pide a Jesús que intervenga en el reparto de una herencia. Otra percepción errada sobre Jesús es pensar que él tiene que intervenir en todo. Jesús se declara no ser juez ni mediador en asuntos como éste. El legalismo al que se había llegado en el seno del judaísmo hizo de la gente personas infantiles, dependientes, incapaces de resolver hasta los asuntos domésticos. El hermano que no quería compartir sus bienes con éste que habla con Jesús fue formado en una ley deshumanizante, injusta, y a su vez, ambos hijos proceden de un mismo padre formado en idéntica línea. Para aquella época el hijo mayor era el heredero de todos los bienes de su padre (no se hablaba de «bienes de la familia» puesto que todo era del padre). Los hijos eran la bendición de Dios y por eso tener muchos hijos era sentir que Dios bendecía; pero venía luego esta praxis injusta y desequilibrada. El hijo mayor era quien se quedaba con todo; si quería, podía dar algo a los demás hermanos, mas no estaba obligado a ello. 

Jesús prefiere desenmascarar la codicia, aquella tendencia perniciosa al acaparamiento en que vive tantos paisanos contemporáneos suyos. Las normas y preceptos que con el correr del tiempo se fueron inventando los fariseos y maestros de la ley pensaban preverlo todo, sin embargo no previeron lo más importante: la igualdad y la práctica de la justicia desde las relaciones más domésticas hasta el plano de lo social y nacional. El legalismo hizo del pueblo personas insensibles a las necesidades del otro. Esto lo ilustra muy bien Jesús con la parábola del acaparador insensible que ni por la mente se le pasa compartir su abundancia de cosecha con los demás.