Reflexiones Bíblicas
San Lucas 6,12-19

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que se puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

COMENTARIOS

Los gentiles que se han convertido a raíz de la predicación de Pablo, reciben del apóstol la noticia de ser «conciudadanos» de los santos y miembros de la familia de Dios (v. 19), familia que cuenta con un mismo Padre para todos, con un solo Señor y con un solo Espíritu (Ef 4,5). En la muerte y resurrección de Cristo han desaparecido pues todas las barreras, toda división, toda ley antigua excluyente.

El evangelio de hoy, a propósito de la festividad de los apóstoles Simón y Judas, nos narra la elección de los doce. Es común a los tres sinópticos este dato de la elección (cf. Mt 10,1-4; Mc 3,13-19), dato que cada uno maneja de acuerdo a sus propios intereses teológicos, de ahí que cada uno ubica la elección de los doce en contextos distintos, con lo cual pretenden transmitir una determinada intencionalidad. Lucas lo pone cuando está a punto de narrar el «sermón del llano», quizás para que desde el principio mismo del camino de seguimiento que se inicia con la llamada, los doce sean los primeros en vivir y promover lo que ahora va a proponer Jesús en este primer discurso. Lucas no nos explicita como Marcos la finalidad de esta elección (cf. Mc 3,13-19: para que estuvieran con él...); es en la continuidad narrativa de donde se debe concluir ese para qué de la elección. Nótese el contexto en el que está inserta la perícopa. Ya desde el cap. 5, Jesús ha llamado a cuatro discípulos e inmediatamente sucede delante de ellos el signo de la pesca abundante que arranca de Pedro la primera declaración de su condición de pecador y por su puesto, confesión de fe. De una vez, Pedro lo reconoce como Señor y en Pedro, los demás compañeros (Lc 5,4-11). La finalidad podemos deducirla de las mismas palabras de Jesús, no temas (garantía de presencia y de respaldo de Dios en cada vocación), yo los voy a hacer «pescadores de hombres» (v. 10). Inmediatamente viene el relato de la curación de un leproso de donde estos primeros elegidos tienen que aprender, primero que todo, a realizar los signos del tiempo mesiánico y luego la actitud más frecuente de Jesús, esquivar el protagonismo, «alejarse», en el momento más propicio y entrar en el espacio de la oración y comunión con el Padre, único autor de todo. Hay mucho que aprender sólo en estos dos versículos (15-16) del cap. 5! 

Viene enseguida la curación de un paralítico en donde Jesús revela delante del pueblo y de escribas y fariseos, su autoridad para perdonar pecados, un atributo hasta ahora exclusivo de Dios. En este relato queda abierta la tensión entre Jesús y el oficialismo judío representado en fariseos y escribas (5,17-26) y ahí también tienen mucho que aprender estos primeros cuatro. El discípulo de Jesús no puede esquivar el conflicto si éste abre una ventana a la necesaria liberación de un pueblo oprimido. Después de esto, Jesús llama a un publicano y para rematar va a su casa a cenar con él y con otro gran número de publicanos y pecadores (5,27-32), y obvio, con quienes acaba de llamar. De nuevo el reclamo del legalismo, y de nuevo una lección más para los novicios! No hay que buscar a los aliviados, que esos gozan de salud, hay que untarse de «enfermos», meterse en la ropa de ellos... continuando con las lecciones que va dando Jesús a su seguimiento, lecciones que no tienen nada de teórico, sino pura práctica, nos narra Lucas dos controversias con los legalistas, una sobre el ayuno y otra sobre las cosas prohibidas en sábado (5,33-6,5), ambas son otra lección más para el grupo: el discípulo no puede caminar detrás de Jesús y mantener al mismo tiempo una actitud legalista, debe liberarse de toda práctica externa que en el fondo no ayuda para nada, que en realidad inmoviliza, ahí está el signo del hombre de la mano seca (6,6-11) puesta también en continuidad con lo que puede y no puede hacerse en sábado. 

Cada uno de estos signos y cada una de las respuestas de Jesús a sus objetores, son el preámbulo de todo el camino de formación del discípulo. Casi entre paréntesis, Lucas nos trae el relato de la elección de los restantes siete miembros con los que se completa el número de doce «a quienes también llamó apóstoles» (v. 13), es decir, a los que podría enviar más tarde. De ahí para adelante tenemos el discurso del llano y otra secuencia de signos que pueden ser vistos todos como el camino de formación apostólica. 

Celebrar o recordar la memoria de los apóstoles, hoy Simón y Judas, aunque no sabemos nada de ellos, dónde estuvieron, qué hicieron, etc., es recordar que no se trata sólo de la conocida frase, son o fueron pilares de la Iglesia como los llamó Pablo (Gál 2,1); es recordar que ellos tuvieron todo un proceso formativo, que son para nosotros el signo de nuestro proceso que debemos seguir como cristianos, volver al camino. No nos quedemos sólo con la imagen del conjunto de los doce en la última cena o más tarde en el cenáculo, ubiquémonos con ellos desde el momento de su elección e inicio de su formación para poder aprender con ellos, vivir con ellos nuestra experiencia de vida de discípulos: los progresos, los retrocesos, las luces y las sombras que nosotros experimentamos y que, por fortuna, la Escritura tampoco les oculta a ellos.