Reflexiones Bíblicas
San Lucas 13, 10-17

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: "Mujer, quedas libre de tu enfermedad". Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: "Seis días tenéis para trabajar: venid esos días a que os curen, y no los sábados". Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: "Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro, y lo llevaba a abrevar, aunque sea sábado? Y a está, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?". A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía. 

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El evangelio nos presenta un nuevo caso de enfrentamiento entre Jesús y la dirigencia religiosa judía a causa de una curación cuyo sentido es cuestionar profundamente dos instituciones de su pueblo: la sinagoga y el sábado. 

Es sábado, y como buen judío, Jesús asiste a la sinagoga y, además enseña. No era extraño que cualquier judío asistente fuera invitado a hacer alguna de las lecturas de la Escritura y si quería decir algo o explicitar algo de lo leído podía hacerlo (cf. Lc 4,20-21; Hch 13,5.14-41; 14,1). Como en otros días de sábado que Lucas nos narra (Lc 6,6-10), Jesús no se detiene a explicar un pasaje, ni se queda en palabras vacías de contenido; la enseñanza de este sábado parte de un hecho concreto, una obra que sólo puede realizar Dios en un mismo momento: Palabra y acción como una única realidad operante. Esta palabra y su correspondiente acción recaen hoy sobre una mujer que hace dieciocho años permanece encorvada, según el modo de pensar de la época, a causa de Satanás. 

Jesús hace que se ponga en el centro de la sinagoga. Las mujeres y los niños tenían su propio espacio, no propiamente en el centro, tanto en el templo como en la sinagoga.... 

Estrictamente el relato no corresponde el género milagro, para ello faltan algunos detalles que muy difícilmente Lucas pasaría por alto, esto indica que más bien estamos ante una disputa de Jesús con sus oponentes. Nótese la intervención del arquisinagogo y la respuesta contundente de Jesús que no deja lugar a la réplica del contrincante (vv. 14-16). En esta disputa queda descubierta la hipocresía y el grado de deshumanización a que llegado el rigor del legalismo judío. Hay mayor preocupación por un animal que por un ser humano: «en sábado ¿no sueltan ustedes su asno y lo llevan al abrevadero? (v.15) Y a ésta, siendo hija de Abraham, a quien Satanás ha tenido atada por dieciocho años, ¿no debía ser librada de esta atadura en el día de sábado?». Cuando se pierde el espíritu de la norma, todos los valores se confunden, se pierde la capacidad de juicio y, en definitiva se llega al grado de esclavitud de esa misma norma.

La mujer encorvada es, entones, símbolo de todo un pueblo que por varios siglos ha vivido sometido a la tiranía de unos dirigentes que en nombre de Dios ha impuesto a la gente tal cantidad de normas leyes hasta doblegarlo, encorvarlo. 

Una vez más con relatos como este, Lucas establece el señorío absoluto de Jesús sobre el sábado (cf. Lc 6,5) y en fin sobre todas las instituciones judías incluida la misma ley, lo cual debe ser vivido también al interior de la comunidad. 

Con este signo quedan en entredicho todas las instituciones y normas que no permitan en la práctica la vivencia de la libertad, que marginen así sea sutilmente a cualquier persona por causa de su color, sexo, condición social, credo. Una vez más Jesús demuestra en la práctica lo que ya había anunciado en otra sinagoga de Galilea: no se hizo el ser humano para el sábado, sino el sábado para el ser humano (Mc 2,27)