Reflexiones Bíblicas
San Lucas 14, 25-33

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: "Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar". ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

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En consecuencia con todo lo que Jesús ha dicho y hecho a lo largo de su ministerio y particularmente en este viaje a Jerusalén, viene ahora un planteamiento claro y directo de las condiciones para su seguimiento, un seguimiento que no puede ser de simple simpatía con Él y su causa, sino que exige cambios verdaderamente radicales. 

De la perícopa que leemos hoy podemos extraer tres condiciones que son, además, muy claras y que no admiten ambigüedades. Primera, «aborrecer» a la propia familia; segunda, «cargar» su propia cruz; tercera, «renunciar» a los bienes. Quien esto hace puede estar seguro que es apto para el seguimiento. 

Causas y consecuencias de esta triple exigencia. La primera exigencia contiene implícita la denuncia contra el rigor de la institución familia en tiempo de Jesús. No hay ninguna posición antinatural de Jesús contra los seres queridos. Todo lo contrario, al preocuparse Jesús por el individuo, por la persona, su intención, es en el fondo, sanear una institución natural que con el tiempo se convirtió en fortín de tiranía y dominio de uno: el patriarca/papá sobre esposa e hijos, con la consecuencia más clara: deshumanización, infantilismo, dependencia.... A Jesús se le sigue en la libertad y para la libertad: libertad en la opción, libertad en el seguimiento. De ahí la segunda exigencia: «cargar» su propia cruz.

El que ha sido capaz de «aborrecer» la estructura que lo ata, lo minimiza y lo hace un inválido, por así decirlo, tiene como desafío un camino por recorrer, sobrellevar por sí mismo y conducir el destino de su vida, «cargar» con una cotidianidad que ciertamente se presenta a veces difícil, donde se siente la tentación de que mejor otros la sobrelleven por nosotros. En el seguimiento de Jesús no puede haber dependencia. 

Otra forma de dependencia deshumanizante que queda desenmascarada también aquí es el apego a los bienes materiales, a las riquezas. No se desprende necesariamente de aquí que ser rico es pecado, ese no es el juicio que hace Jesús; la denuncia concreta es: los bienes materiales entendidos como riqueza convertidos en opción de vida, deshumanizan a la personas, la hacen también dependiente y por lo tanto no apta para el seguimiento de Jesús. No basta, entonces, renunciar o romper con la institución o estructura que ata, hay que saber romper también con el sistema de vida si éste no aporta humanidad, si tampoco permite una realización integral del individuo.