Reflexiones Bíblicas
San Lucas 16, 9-15

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo decía Jesús a sus discípulos: "Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar, el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, lo vuestro, ¿quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero". 

Oyeron esto unos fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él. Jesús les dijo: "Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres, Dios la detesta". 

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Continuamos con la segunda parte de la perícopa iniciada ayer: Jesús ha planteado una parábola talvez demasiado extraña para nosotros hoy: un administrador corrupto es objeto admiración por parte de su amo, y para rematar parece que es el modelo que Jesús propone imitar, no por su historial de corrupción, sino por su sagacidad. Hoy continuamos con la aplicación práctica que hace Jesús: «Yo (enfático) les digo (les aconsejo): hagan amigos con el injusto dinero...». Un primer vistazo a este versículo comparado con 12,33 en el que Jesús invita a vender todo y a darlo en limosna a los pobres, con 14,33 en el que, radicalmente, exige la renuncia a las riquezas temporales, pone en franca contradicción el discurso de Jesús. Podríamos preguntarnos: ¿bienes sí o bienes no?

La respuesta es obvia. Definitivamente los bienes y la riqueza, personificados en Mamon, son un impedimento absoluto para estar en sintonía con el plan del Padre. Por tanto hay una carga de ironía, no tanto un «consejo» en estas palabras de Jesús. Es evidente que el uso de los bienes y del dinero es algo ineludible, pero con él se pueden hacer infinidad de cosas nobles y positivas, a lo cual llama Jesús «hacer amigos», es decir, administrar los bienes y el dinero con justicia, con equidad o no utilizarlo para oprimir, para sembrar injusticia, dolor y muerte. 

Jesús deja entrever una vez más su posición personal respecto a dos polos: Dios y su reinado y los bienes materiales o la riqueza. Dios y su reinado son para Jesús el único absoluto; lo demás, lo que afana a la mayor parte de la humanidad, es lo mínimo, lo que en definitiva no garantiza la realización del individuo, por tanto la advertencia a sus discípulos es muy clara: quien en eso que es mínimo es capaz de mantenerse firme, fiel, considerándolo siempre como algo que hoy es y mañana no, es digno de mantenerse fiel en lo máximo, es capaz de mantenerse en la línea de lo absoluto, en la línea del plan de Dios que es de solidaridad y de justicia. No hay términos medios: «nadie puede servir a dos amos, a Dios y a Mamon, porque o bien amará al uno y aborrecerá al otro o se apegará al uno y despreciará al otro» (v. 13). 

Estas últimas palabras son contundentes. No es posible seguir disfrazando el apego y la simpatía por los bienes y el dinero con una inconsecuente opción por los empobrecidos, o lo que es peor, con un voto de pobreza. Desafortunadamente, Mamon posee una enorme capacidad de absorber tanto, que inclusive personas sanas y honestas terminan siendo sus víctimas. Ahí es donde se pone a prueba la verdadera fidelidad del discípulo, luchando continuamente por mantener a raya una claridad y conciencias absolutas del valor real que tiene la riqueza comparada con los bienes del reino. 

Los fariseos que escuchaban a Jesús se burlaron de este planteamiento quizás porque para ellos no había tal incompatibilidad, y era cierto. No veían por qué era necesario romper con Mamon para estar a tono con Dios; hasta ahora estaban convencidos de que ellos sí podían servir a dos amos. Aquí es donde está la dimensión de denuncia de la parábola: el fariseísmo con su modo de ser legalista se distanció completamente del verdadero Dios, del Dios vivo de la justicia y lo suplantó por una ley escrita; el servicio que Dios quiere en verdad, lo suplantó por el servicio a la codicia (cf, Mc 12,40); lo mejor era que en todo se creían intachables. Pues a ellos dice Jesús: «Dios los conoce a ustedes por dentro, y ese encumbrarse delante de la gente le repugna a Dios» (v. 15). 

Vistas las cosas así, no hay entonces ninguna contradicción entre este pasaje y los versículos que confrontamos al principio; hay toda una coherencia y línea de continuidad con el principio de libertad íntegra para poder seguir a Jesús. ¿De qué lado estamos nosotros?