Reflexiones Bíblicas
San Lucas 17, 1-6

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Es inevitable que sucedan escándalos; pero !ay del que los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado. Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día y siete veces vuelve a decirte: "Lo siento", lo perdonarás". Los apóstoles le pidieron al Señor: "Auméntanos la fe". El Señor contestó: "Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: "Arráncate de raíz y plántate en el mar", y os obedecería". 

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El evangelio previene a los discípulos sobre los escándalos. Jesús es realista y manifiesta que esos escándalos serán inevitables, pero también declara desgraciado («ay de aquel») que los propicie. Ahora, ¿qué será lo que él considera escándalo? Por el contexto podemos deducir varios motivos de escándalo: primero, el desequilibrio socio-económico propiciado en el seno de la misma comunidad (concentración de riquezas en pocas manos). La parábola del rico y el pobre Lázaro (16,19-31) anticipa estas sentencias de Jesús; y en el texto de hoy encontramos otra pista: el no corregir al hermano (v. 3b) y resistirse a perdonarlo cuantas veces sea necesario (v. 4), actitudes que alcanzan un gran sentido desde la fe, toda vez que son la base de una comunidad que tiene que ser signo para el resto de la gente. Por eso sus discípulos que venían «silenciosos» desde 12,41 se reconocen todavía incapaces y con fuerza insuficiente para asumir los retos que implica la construcción del reino, y en un arranque de humildad y de ese sentimiento de vacío interior piden al Señor que les aumente la fe. Ellos no pueden creerse por encima de nadie, el discípulo debe sentirse siempre insuficiente, siempre con necesidad de ser llenado más y más del don de la fe. Esta petición nos hace recordar al padre del muchacho que tenía un espíritu impuro, que confiesa tener fe, pero pide a Jesús que se la aumente (Mc 9,24). 

Queda claro entonces que los escándalos posibles en la comunidad se pueden llegar a dar por estas tres causas principalmente: Primera, el injusto reparto de los bienes (de hecho, Lucas nos deja testimonio de que desde el principio la comunidad se cuidó de que las cosas funcionaran según el querer de Jesús y las exigencias del evangelio: «Vendían sus posesiones y bienes, y los repartían a todos, a cada uno según tenía necesidad», Hch 2,45); segunda, la carencia o ausencia de fraternidad entendida como verdadero amor al hermano, el cual tiene su máxima expresión en el perdón y la reconciliación. Es inútil hablar de comunidad cuando al interior de ella se vive en continua tensión propiciada por la falta de corrección fraterna, de reconocimiento humilde y sincero de fallarle al hermano y por la obstinación al perdón; tercera, la falta de fe. ¿Qué tal una comunidad cuyos miembros no se empeñan cada día en pedir más y más fe al Señor? 

Jesús condena estas actitudes no solo porque ad intra de la comunidad son el inicio de la podredumbre, sino porque ad extra son el obstáculo principal para que los «pequeños» encuentren el concreto y real sentido de lo que es el reino de Dios. Jesús llega hasta proponer que quienes propician estos escándalos sean arrojados al mar con una piedra atada al cuello. Se trata aquí de erradicar todo aquello que crea confusión a quienes apenas comenzando su camino de fe (los que él llama pequeños), se encuentren con que el ambiente interior de la comunidad es más nocivo que el ambiente de donde ellos provienen, y todo con una fachada de evangelio, comunidad de vida, en fin, con disfraz de seguidores de Jesús. 

La comparación del v. 6 «si tuvieran fe como un granito de mostaza...», es exagerada mas no imposible de realizar para quien tiene fe y sobre todo para quien la pide al Señor constantemente. El sicómoro representa a aquella fracción del pueblo obstinada, resistente a la propuesta de Jesús: dirigentes políticos y religiosos indiferentes a la situación real del pueblo, pagados de sí mismos y convencidos de tener a Dios de su lado. El mar en la Biblia simboliza el lugar de los monstruos, el abismo donde habita el Leviatán, el lugar de peligro y de muerte. Ahora, Jesús declara que el sistema que se ha creado el Israel obstinado se puede suplantar, y debe ser suplantado por sus seguidores, y llegar a crear esa ruptura es signo de una gran madurez de fe que sólo él como Señor puede dar (idéntica connotación tiene la frase «si ustedes ordenaran a este monte quítate de aquí y arrójate al mar...», Mc 11,23 ).

El pasaje que leímos hoy nos permitió conocer un poco el ambiente de la comunidad de Lucas, una comunidad judeo-cristiana, es decir con miembros provenientes del judaísmo y del mundo gentil. Tal vez estos últimos son la representación de los «pequeños» quienes siempre fueron el motivo más grande e importante de preocupación para Jesús, como que fueron desde los orígenes mismos del pueblo de la Biblia, la preocupación también de Dios; los mismos que continúan hoy en medio de nosotros y a quienes tantas veces nosotros escandalizamos exactamente por las mismas actitudes que ya Jesús desenmascaraba en sus enseñanzas a los discípulos. Es necesario revisar nuestra forma de vivir para adecuar cada vez más nuestro estilo de vida al evangelio y desde ahí ser auténticamente evangelizadores con la vida más que nuestras palabras y discursos.