Reflexiones Bíblicas
San Lucas 17, 20-25

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, a unos fariseos que le preguntaban cuándo iba a llegar el Reino de Dios, Jesús les contestó: "El Reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el Reino de Dios está dentro de vosotros". Dijo a sus discípulos: "Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y ni podréis. Si os dicen que está aquí o está allí, no os vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación". 

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Al iniciar el relato de los diez leprosos Lucas nos había informado que Jesús, en su camino a Jerusalén, iba entrando a una aldea entre Samaría y Galilea (17,11), después de lo ocurrido con los leprosos, de los cuales solo uno reconoció aquella presencia única y definitiva de Dios en Jesús, nos encontramos con que Jesús ya está en la aldea y ha entrado en contacto con la gente. Los fariseos que siempre andan al acecho para interrogarlo le preguntan cuando llegará el reino de Dios. De la respuesta de Jesús podemos deducir varias cosas. En primer lugar, los fariseos y letrados tenían por costumbre «calcular» el tiempo de la venida del reino. Mediante el cómputo de años y generaciones ellos iban haciendo sus cábalas y apuestas; se trataba de un cálculo cuantitativo. A eso habían reducido las promesas salvíficas de Dios. Nótese la forma como Mateo organiza la genealogía de Jesús (Mt 1,17), ella transparenta precisamente esa tendencia judía; y en cuanto al lugar y a los signos astrológicos, cf. Mt 2,1-5.7-10.

En segundo lugar, en cuanto a los signos externos o el lugar de la manifestación: Jesús corrige las falsas expectativas de los fariseos que le apostaban a todo menos a lo que debían apostarle: «está aquí» o «está allá»... Estaban muy atentos a los signos externos, pero en definitiva no «veían» nada. 

En tercer lugar, Jesús declara de un modo directo, «el reino ya está entre ustedes». Una desafortunada traducción dice, «el reino está en cada uno de ustedes». Lo mejor es entender que Jesús se refiere a su presencia física con sus palabras y sus signos puestos delante de ellos, mostrándose y anunciando: no busquen, no calculen, no pierdan tiempo ni energía, aquí está en medio de ustedes, «al alcance de ustedes». 

Los medios distorsionados de los que se valían los fariseos y doctores de la ley nos les permitían ver ni entender lo que Jesús quería decir, por eso se dirige a sus discípulos, pero para que entiendan también los fariseos, «llegará un día en que desearán ver siquiera uno de los días del hijo del hombre...» (v. 22). La presencia de Jesús, en tanto presencia física, es temporal, mas como Señor Resucitado y como proyecto de vida nueva, su presencia supera la barrera del tiempo y del espacio. Si no hay una aceptación de esta realidad, no es posible vivir la experiencia de esta presencia en la vida. Eso es lo que el evangelio de hoy constata y denuncia, la carencia de esa aceptación hace que las expectativas sobre la manifestación del reino se conviertan en una especie de juego de azar que no toca para nada la vida del creyente ni lo impulsa a un compromiso efectivo ni consigo mismo ni con la realidad que vive.