Reflexiones Bíblicas

San Lucas 18,35-43

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



Comentario del Evangelio por Simeón: La luz que me coge de la mano 

Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!". Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!". Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez". Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado". En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios. 

La luz que me coge de la mano

Conocemos el amor que tú nos has dado, amor sin límite, indecible, que nadie puede abarcar; el amor que es luz inaccesible, luz que actúa en todo...¿Qué es lo que no hace esta luz, qué es lo que no es esta luz? Ella es belleza y gozo, dulzura y paz, misericordia sin límite, abismo de compasión. Cuando la poseo no la percibo; sólo la veo cuando se aleja. Me echo a correr para retenerla y ella se escapa del todo. No sé qué hacer y me siento consumido por el anhelo. Aprendo a pedir y buscar con humildad y entre lágrimas; aprendo a no considerar como posible aquello que sobrepasa la naturaleza, ni considero como efecto de mi capacidad y esfuerzo humano aquello que proviene únicamente de la compasión de Dios y de su infinita misericordia...
Esta luz nos coge de la mano, nos fortalece, nos enseña pero ser revela huidiza cuando más la necesitamos. No viene en nuestra ayuda cuando nosotros lo queremos- esto sólo es de los perfectos-, sino cuando nos encontramos turbados y completamente agotados. Aparece de lejos y se hace sentir en mi corazón. Me pongo a gritar hasta ahogarme por el deseo de agarrarla, pero todo permanece en la noche y me quedo con las manos vacías. Olvido todo, me siento a llorar, sin esperanza de volverla a ver nunca más. Cuando cesa el llanto y consiento en pararme, entonces, misteriosamente, me coge entre sus manos y me deshago en lágrimas sin saber quien está conmigo iluminando mi espíritu de una suave luz.