Reflexiones Bíblicas
San Lucas 19, 41-44

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: "¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida".

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Con el pasaje del evangelio que leemos hoy concluye el largo camino de Jesús desde Galilea hasta la capital. No era raro ni extraño que un judío llorara a la vista de Jerusalén. Continuamente estaban llegando a la ciudad santa caravanas de peregrinos provenientes de distintas partes del imperio. Era ley que todo judío «subiera a Jerusalén» a la celebración de las fiestas más significativas que tenían connotaciones nacionales (Pascua, Tiendas o chozas); ahora, quienes no podían hacerlo con la regularidad de las fiestas, se les pedía que lo hicieran al menos una vez al año, y los que no podían una vez al año, al menos una vez en la vida. Eran muchos los que debido a su precaria condición económica no podían hacerlo sino una sola vez en toda su vida. En todo caso, siempre estaban llegando peregrinaciones a Jerusalén. Los Salmos de Ascensión o de Subida nos dan una idea de aquella emoción de los peregrinos al ver por fin a su ciudad, la ciudad santa, la ciudad de Dios, la ciudad del rey, y su magnífico templo (se dice que a la época de Jesús no había en todo el imperio romano una construcción de tipo religioso que fuera tan magnífica como este templo). De modo que al contemplar de lejos ciudad y templo, los fieles entonaban salmos, danzaban y lloraban de alegría, unos quizás por tener la oportunidad de verla de nuevo, otros por ser primera y quizás última vez. Para cada uno Jerusalén guardaba un motivo de alegría y llanto. 

Lo novedoso del llanto de Jesús sobre Jerusalén es lo que lo motiva. A él, por su puesto, no lo ahoga la nostalgia, ni el patriotismo, ni sentimentalismo religioso alguno. A Jesús le duele la ciudad santa por su obstinación, por su rechazo a la oferta divina de salvación. Jerusalén, el lugar de la Presencia, lugar donde habita el Nombre, es sin embargo, el fortín más inconmovible y más cerrado a la oferta de los dones divinos comenzando por el de la paz (el shalom hebreo sintetiza los dones que hacen posible el vivir bien y el compromiso del que la desea para que eso sea así). 

«...Si tú también comprendieras...» quiere decir que a lo largo del camino, algunos sí comprendieron el mensaje de Jesús y empezaron a dejarse conducir por él. Sí, eso sólo lo comprendieron los pequeños y sencillos, y en su momento también lleno de emoción, Jesús alabó y bendijo al Padre por ese logro. Pero Jerusalén no se siente pequeña, todo lo contrario, se siente la ciudad más encumbrada de la tierra, el ombligo del mundo y ese es el dolor de Jesús. 

Jesús vaticina un final trágico para Jerusalén y tal vez el motivo del llanto es la constatación de aquella ciudad ensoberbecida, teniendo la oportunidad de evitar el desastre, se cerró a las palabras de Jesús. Los dirigentes que la habitaban se creyeron infalibles e invencibles cuando en realidad cada vez acercaban más a su ciudad a la ruina. Sabemos que estos acontecimientos tuvieron lugar en el año 70 de nuestra era y que necesariamente Lucas los tuvo que conocer, sin embargo el evangelista les da un tono profético colocándolos en labios de Jesús, y los pone justo al terminar su ministerio público. 

Muchos desastres y ruinas se han podido evitar a lo largo de la historia aceptando el mensaje del evangelio, mucha sangre se hubiera evitado si antes de poner en primer plano intereses políticos, económicos y religiosos, se hubiera apelado a las propuestas de justicia de Dios en Jesús y su evangelio. Pero no, lo peor de todo es que hay tantísimos casos de guerras, masacres y ruinas precisamente en nombre de Jesús y su evangelio. Y ¿no habrá motivos para que quienes nos llamamos seguidores de Jesús derramáramos muchas lágrimas hoy sobre nuestra ciudad (sociedad, iglesias, grupo), empecinada en anteponer la fuerza y la violencia a los valores de la justicia y de la paz?