Reflexiones Bíblicas
San Lucas 11,29-32

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, la gente se api aba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: "Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás."

COMENTARIOS

Es sorprendente el comportamiento actual de tantos creyentes cristianos, que a oran y suspiran por se ales maravillosas sobre las cuales fundar su fe. No caen en cuenta de que, por más espectacular o maravillosa que pueda aparecer una se al, siempre se esperará otra más espectacular.

No son los fenómenos espectaculares los que dan razón, valor y sentido a nuestra fe. Fe es la adhesión sincera y consecuente a Dios como se ha manifestado en la persona de su Hijo. Y con éste nos basta; no necesitamos otros signos. La fe es un don gratuito de Dios; y en tanto que don, es una tarea, una misión, un desafío para el creyente. También vale hoy para nosotros la misma sentencia de Jesús: "el Hijo del Hombre es la única se al para la gente de este tiempo". El desafío constante de la fe es la conversión; es corregir, revertir y transformar en nuestra vida todo aquello que, sin una entrega plena y consecuente al Dios en quien creemos, hace de una supuesta fe no más que una simple creencia. La fe necesita ser auténtica y práctica, vivida y actuada. Las creencias necesitan de la espectacularidad.

Jesús nos invita a conocerlo más cada día; a abrir nuestra mente y nuestro corazón a su palabra; a entender los signos que realiza como verdaderas y auténticas se ales de liberación, que también pueden operarse en nosotros si hay un mínimo de disponibilidad en cada uno para asumir el reto de una fe auténtica.

Revisemos, entonces, si lo que hemos recibido de Dios como el don de la fe no lo hemos transformado más bien en una simple creencia carente de sentido y de compromiso, y, por tanto, sedienta de espectacularidades.