Reflexiones Bíblicas
San Lucas 15, 3-7

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos y escribas esta parábola: "Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido."

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse."

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La solemnidad litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús se inspira en uno de los símbolos más ricos de la Biblia: el del corazón. El corazón es en la mentalidad bíblica la parte más interior de la persona, la sede de las decisiones, sentimientos y proyectos. El corazón indica lo inexplorable y lo profundamente oculto de alguien, su ser más íntimo y personal.

El corazón de Dios, o sea, su libre decisión para el amor, es más fuerte que el castigo que el hombre merece por sus pecados: "No me dejaré llevar por mi gran ira, no volveré a destruir a Efraín, porque yo soy Dios, no un hombre" (Os 11,9). El corazón de Dios es, por tanto, misericordia y vida en favor de su pueblo. Y así se ha manifestado plenamente en su Hijo Jesucristo, que "ha venido para que tengamos vida, y vida en abundancia" (Jn 10,10).

Las parábolas de la oveja y de la dracma perdida insisten en la alegría que ensancha el corazón de Dios cuando un pecador se convierte. Y hay un detalle interesante: en la primera parábola, la oveja descarriada se pierde "fuera" del redil; en la segunda, la moneda se ha perdido "dentro" de casa. Consecuencia: los cercanos y los lejanos tienen necesidad de ser buscados y encontrados por Dios. No basta reencauzar a la comunidad, grupo o entorno más cercano; hay que salir a buscar a los de afuera.

"Todos hemos pecado, dirá Pablo (Rm 3,23). Jesús proclama el gozo de un Dios que busca al hombre para devolverle la vida. Aquella oveja y esa moneda tienen en común una sola cosa por la cual son objeto del amor misericordioso de Dios: oveja y moneda estaban perdidas. ¡Y el corazón de nuestro Dios se especializa en objetos perdidos!