Reflexiones Bíblicas
San Lucas 4,38-44

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

38Dejó la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba aquejada de fiebre muy alta, y le rogaron por ella. 39El, de pie a la cabecera, conminó a la fiebre y se le pasó. Levantándose en el acto, se puso a servirles.

40Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con más variadas dolencias se los llevaron, y él, aplicándoles las manos a cada uno de ellos, los fue curando. 41De muchos salían también demonios, gritando:

-¡Tú eres el Hijo de Dios!

El les conminaba y no les permitía decir que sabían que era el Mesías.

42Al hacerse de día salió y se marchó a un lugar despoblado. Las multitudes lo andaban buscando, dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. 43El les dijo:

-También a las otras ciudades tengo que dar la buena noticia del reinado de Dios, pues para eso me han enviado.

44Y anduvo predicando por las sinagogas del país judío.

COMENTARIOS

En Galilea, el movimiento misionero de Jesús instaura otro mundo posible. Ya no desde la sinagoga, sino desde la casa. En ella la mujer y la familia son liberados para asumir su protagonismo comunitario. En ella se juntan todos cuantos tenían enfermedades y diversas dolencias, para alcanzar sanación. En ella los endemoniados adquieren una nueva conciencia de sí mismos y de la comunidad. La Galilea experimenta desde las casas una manera de ser mejores seres humanos. La vida es dignificada. La casa es humanizada. Desde entonces las casas y los caminos serán los lugares preferidos del otro mundo posible, el reino de Dios. Serán también los lugares de acogida y dignificación para quienes no tienen lugar ni dignidad como seres humanos. Quienes no eran gente, ahora son gente. Existe la tentación de quedarse ahí, disfrutando aquello, reteniéndolo, como si esto fuera exclusivo para un grupo privilegiado. Pero Jesús se "escapa". Como Galilea, también Judea requiere del anuncio y la instauración del reino.

No podemos conformarnos con el bienestar propio cuando lo necesitan tanto los demás. Serán las redes de casas y caminos, de misioneras y misioneros itinerantes, quienes den testimonio de otro mundo posible en las entrañas de las ciudades.