Reflexiones Bíblicas
San Lucas 5,1-11

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Rema mar adentro, y echad las redes para pescar." Simón contestó: "Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes." Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador." Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: "No temas; desde ahora serás pescador de hombres." Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

COMENTARIOS

La llamada de los primeros discípulos tiene como marco el lago de Genesaret. Lucas, a diferencia de Mateo y de Marcos, evita denominarlo «mar», pues su travesía connotaría la salida/éxodo del territorio judío hacia los paganos, siendo así que para Lucas el punto de partida del éxodo del Mesías ha de ser precisamente el centro espiritual de la religiosidad judía, Jerusalén (cf. Lc 24,47-48; Hch 1,8). En el encabezamiento del episodio de la pesca -anticipado en relación con el de Jn 21,1-14- Lucas establece una referencia implícita («también él») a un pasaje conocido de los lectores, la profecía de Ezequiel sobre el río de aguas salutíferas que mana del templo y sanea las aguas del mar (Ez 47,1-10): «Mientras la multitud se agolpaba alrededor de él para escuchar el mensaje de Dios, también él se paró a la orilla del lago de Genesaret y vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes» (Lc 5,1-2).

Se cumple la profecía: «Se pararán pescadores a sus orillas, procedentes de Engadí hasta Eglain; habrá tendederos de redes» (Ez 47,l0a). Ahora bien, en nuestro caso -como veremos inmediatamente, los pescadores han pasado la noche bregando y no han pescado absolutamente nada (Lc 5,5), mientras que allí se prometía una «pesca variada, tan abundante como la hay en el mar Grande, una cantidad extraordinaria» (Ez 47, l0b). El contrapunto servirá para dar relieve a la actuación de Jesús.

Mientras que allí era el agua que manaba del templo la que saneaba las aguas, aquí será la enseñanza de Jesús la que calificará la actividad de los pescadores: «Subió a una de las barcas, que pertenecía a Simón, y le rogó que la sacase un poco de tierra. Se sentó y, desde la barca, se puso a enseñar a las multitudes» (Lc 5,3).

Jesús se vale de dos grupos humanos ya constituidos, simbolizados por las dos barcas, liderados ambos por Simón, para ejemplarizar el alcance de la nueva enseñanza que imparte a la gente. La enseñanza de Jesús se traduce de inmediato en hechos palpables: «Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Sácala adonde haya fondo y echad vuestras redes para pescar"» (5,4). Simón reconoce que el liderazgo de Jesús es superior al que él ejercía sin fruto: «Jefe, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, fiado en tu palabra, echaré las redes» (5,5).

El término «jefe» es buena muestra del concepto que Pedro se ha formado de Jesús después de haber escuchado su enseñanza. A partir de ahora, los discípulos, siempre que se dirijan a Jesús, lo llamarán así, pues lo consideran un líder. La «noche» representa el pasado infructuoso de la actividad del grupo, que, capitaneado por Simón, ha experimentado la ineficacia de los medios humanos, en los que tanto confiaba.

El resultado de la nueva actividad asumida por el grupo bajo las directrices de la enseñanza de Jesús es totalmente otro: «Así lo hicieron, y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes» (5,6). La nueva experiencia es compartida de inmediato por los socios de la otra barca, el otro grupo humano que había compartido hasta ese momento los ideales propugnados por Simón, llenándose de tal modo las barcas que casi se hundían (5,7). La única diferencia que existe entre su actividad anterior y la presente es el contenido nuevo de la enseñanza impartida por Jesús. El fruto abundante será una constante de la actividad humana llevada a cabo bajo las directrices de Jesús.

«Al ver esto, Simón Pedro (la primera vez que se presenta en el Evangelio el calificativo de "Pedro" "piedra", "duro de mollera") se postró a los pies de Jesús, diciendo: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador" (5,8). Pedro está en contradicción consigo mismo: si bien no es un judío practicante (cf. 4,38), se siente indigno/impuro ante Jesús, que viene a liberar precisamente a los que se tienen o son tenidos por «pecadores/descreídos» (cf. 5,32).

El texto evangélico insiste en la existencia de una comunidad humana y en el liderazgo de Simón, previos a la llamada de Jesús: «Es que él y todos los que estaban con él se habían quedado pasmados por la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón» (5,9-10a).

Jesús asume las realidades humanas, pero cambia su dirección: «No temas; desde ahora pescarás hombres vivos» (5,10b). Uno y otro grupo dejan los valores en que confiaban hasta ahora, y empiezan el seguimiento de Jesús (5,11), seguimiento al que serán invitados de ahora en adelante todos los que quieran ser sus discípulos. No se trata de un simple consejo evangélico, sino de una condición indispensable para llegar a ser miembros del grupo de Jesús. Este «dejarlo todo», por otro lado, comporta un cambio total en la escala de valores, cambio que no se realiza en un instante ni por un acto de generosidad, por muy pensado y reflexionado que se quiera hacer, sino día tras día, en la medida en que cada uno va integrando los valores del reino en la experiencia cotidiana.