Reflexiones Bíblicas
San Lucas 6,6-11

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: "Levántate y ponte ahí en medio." Él se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: "Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?" Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: "Extiende el brazo." Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.

COMENTARIOS

La acción del reino de Dios tiene como consecuencia una confrontación entre Jesús y las autoridades religiosas de Galilea. Escribas y fariseos interpretan de tal manera la Ley que las personas terminan en su mayoría siendo culpabilizadas como pecadoras, y como tales necesariamente tendrán que pagar servicios al Templo y a los sacerdotes para expiar sus culpas. Este sistema de culpas y pagos lleva a empobrecer a los débiles y a enriquecer a los fuertes.

Jesús tenía que chocar con un sistema así y con sus representantes, escribas y fariseos. Jesús no admite que a los pobres se les culpabilice y excluya de la comunidad por su pobreza, o a las mujeres por ser mujeres, o a los discapacitados por ser discapacitados. La pregunta de Jesús en medio de la sinagoga está orientada a recuperar el significado de la religión para los seres humanos: el sábado es para salvar la vida. Toda la vida; de las personas y de la naturaleza. Así nació esa institución del descanso sabatino: un Dios que al final se goza de las maravillas que ha creado, y revisa cómo funcionan. No se puede hacer del sábado una religión para condenar, culpabilizar y excluir. Cuando la mano seca del hombre es sanada en día sábado, Jesús desenmascara la ideología religiosa opresora e hipócrita. Denuncia públicamente la religión como negocio o como excusa para destruir la vida o para pasar olímpicamente por sobre ella en aras de los ritos, de la devoción ostentosa y de un descanso sabatino que no era lícito violar ni siquiera para socorrer a un moribundo.

¡Con razón había que discutir "qué hacer con Jesús"!