Reflexiones Bíblicas
San Lucas 7,1-10

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: "Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga." Jesús se fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace." Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: "Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe." Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

COMENTARIOS

Jesús entra en Cafarnaún (7,1), encrucijada de comerciantes y de culturas, sobre todo de la romana, pagana, y de la judía.

Lucas describe la triste situación del paganismo y, en concreto, de las clases oprimidas bajo el peso del poder constituido y jerárquicamente organizado.

La proclama de Jesús dirigida al pueblo de Israel ha llegado a oídas de los paganos que conviven con los judíos y suscita en el paganismo la esperanza de que Jesús puede reparar su situación desesperada; la manera de contactar con Él solamente la cree posible sirviéndose de la mediación del judaísmo. No se trata aún del paganismo como tal, sino de paganos que están en inmejorables relaciones con el judaísmo.

Lucas evita que Jesús entre en contacto directo con el paganismo, reservándolo para la futura misión de la comunidad cristiana (Hch 13). Pero deja bien claro que el mensaje liberador de Jesús no se circunscribe a Israel.

En el Evangelio, ni el centurión romano ni el siervo tienen nombre propio: se trata de una descripción ideal que anticipa la constitución de las primeras comunidades cristianas que surgirán gracias a la predicación del mensaje en el seno de la cultura pagana.

La descripción es programática: el mensaje liberador de Jesús, que por razones históricas tenía que predicarse primero a Israel, no tiene fronteras. No son los lazos de sangre los que determinan la pertenencia al reino, sino la adhesión a Jesús.

Dentro de esta sociedad que el hombre religioso tilda de corrompida y atea, es muy posible que el mensaje de Jesús continúe encontrando más eco y que en ella se produzca más liberación que no en personas que se consideran profundamente religiosas. De hecho, la tierra buena en la que enraizó la semilla del mensaje y en la que fructificó al ciento por uno fueron hombres y mujeres procedentes del paganismo, ajenos completamente a las categorías y cultura judías.