Reflexiones Bíblicas
San Lucas 10,25-37

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" Él le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?" Él contestó: "Amarás al Señor, tu, Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo." Él le dijo: "Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida." Pero el maestro de la Ley queriendo justificarse, preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.

Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó en una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" Él contestó: "El que practicó la misericordia con él." Díjole Jesús: "Anda, haz tu lo mismo."

COMENTARIOS

Amar al prójimo y especialmente a los necesitados, a los que sufren, a los débiles, es el gran mandamiento que promulga Jesús.

A menudo cuando pensamos en el amor sólo nos viene en mente el amor sensual, el amor por nuestra pareja, esposo/a. Pero ésta es sólo una faceta del amor. Este abarca un espectro mucho más amplio, que involucra solidaridad, respeto por los otros, tolerancia con la diferencia, compañía a los desolados, escuchar a quienes están solos, consolar a los desamparados, condolerse del sufrimiento ajeno, indignarse con la injusticia, promover la equidad, y mucho más.

Amar implica trascender nuestros propios intereses, hacer el bien no sólo a nuestros seres queridos, sino también al desconocido, como lo hizo el samaritano, sin esperar compensación alguna.

Amar a Dios con todo el corazón, con toda nuestra alma, inteligencia y fuerzas sólo es posible cuando amamos al prójimo, es decir, cuando nos "aproximamos" al otro, cuando salimos de nuestro mundo interior y escuchamos el clamor del otro; por las necesidades que aquejan el cuerpo: hambre, sed, un techo digno, el acceso a la salud, a la educación, a la justicia; pero también por aquellas que aquejan al alma: soledad, falta de reconocimiento, de respeto, de solidaridad, de dignidad.

Estar ajenos a estas carencias es desamor, es quebrantar el más grande de los mandamientos de Jesús.