Reflexiones Bíblicas
San Lucas 1,39-45

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá."

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Lucas relata el encuentro de Isabel y María. En ellas, una mujer mayor, esposa de un sacerdote, que encarna las tradiciones de Judea, y una joven campesina que refleja las tradiciones de Galilea, Dios muestra su rostro. Ambas han confiado plenamente en él y han asumido conscientemente la novedad de su voluntad. En ellas Dios convoca a Israel a inaugurar un nuevo tiempo donde toda diferencia o exclusión quedan superadas por la fraternidad.

Este encuentro no puede ser menos que gozoso. El hijo de Isabel salta de alegría, signo del reconocimiento de la presencia de Dios en María. Sin duda el proyecto de Jesús es diferente al de Juan, pero son convergentes en la búsqueda de una conversión real en la solidaridad y la justicia.

En nuestras iglesias existen muchos grupos que de diferente manera colaboran en el plan de Dios. Este encuentro es una invitación a superar las tentaciones de la exclusividad creyendo que tenemos la razón unívoca sobre Dios o sobre su proyecto. Como María, hay que ir al encuentro del otro, y como Isabel, recibirlo en casa, reconociendo el don de Dios que se expresa de manera plural en los diferentes apostolados, trabajos o teologías que testimonian la fe en el servicio y el cuidado de la Vida.