Reflexiones Bíblicas

San Lucas 4,14-22

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

Jesús volvió a Galilea con del poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?". 

Comentario del Evangelio por Orígenes : “Todo los que estaban en la sinagoga tenían sus ojo clavados en él.” 

Cuando lees que Jesús enseñaba en las sinagogas y que todo el mundo hablaba bien de él (Lc 4,15), guárdate bien de creer que sus oyentes eran afortunados mientras que tú te consideres privado de sus enseñanzas. Porque, si la Escritura dice verdad, el Señor habla igual ahora que entonces, igual en nuestras reuniones que en la asamblea de los judíos.
“Me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres.” Los pobres son los paganos. En efecto, ellos eran pobres, no poseían nada, ni a Dios, ni la ley, ni los profetas. ¿Por qué razón le envió como Mensajero a los pobres? Para “proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar una año de gracia del Señor.” (Lc 4,18) ya que por su palabra y su doctrina los ciegos recobran la vista...
“Después, Jesús enrolló el libro, se lo dio al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga tenían sus ojos clavados en él.” (Lc 4,20) Ahora, en nuestra asamblea sigue siendo posible fijar los ojos en el Salvador. Porque cuando tú pones la atención en lo más profundo de tu corazón para contemplar la Sabiduría, la Verdad y el Hijo único de Dios, tus ojos verán a Jesús. Dichosa la asamblea en la que la Escritura nos da este testimonio: Todos tenían clavados sus ojos en él. ¡Cómo quisiera yo que nuestra asamblea mereciera semejante testimonio y que los ojos de todos, catecúmenos y fieles, mujeres y hombres y niños vieran a Jesús con los ojos, no del cuerpo, sino del espíritu! Porque cuando lo hubieseis contemplado, vuestro rostro y vuestra mirada quedarían iluminados de su luz y podréis decir: “Haz, Señor, brillar sobre nosotros la luz de tu rostro!”