Reflexiones Bíblicas

San Lucas 10,1-9

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'. 

Comentario del Evangelio por : Baudoin de Ford (hacia 1190) abad cisterciense 

“Tomó los siete panes, dio gracias, los partió...” (cf Mc 8,6)

Jesús partió el pan. Si no hubiese partido el pan ¿cómo habrían llegado las migajas hasta nosotros? Pero Jesús rompió el pan y lo distribuyó “da con largueza a los pobres” (Sal 111,9) Ha roto el pan para romper la cólera del Padre y la suya propia. Dios le había dicho: “Dios pensaba ya en aniquilarlos, pero Moisés, su elegido, se mantuvo ante él para apartar su furia destructora.” (Sal 105,23) Jesús se mantuvo ante él y lo apaciguó. Por su fuerza indefectible se mantuvo ante Dios sin romperse.

Pero Jesús, voluntariamente ha ofrecido su carne rota por el sufrimiento...”quebraste las cabezas de los monstruos marinos” (sal 73,13) y todos sus enemigos, con tu cólera. Jesús, de alguna manera, ha roto las tablas de la primer alianza, para que ya no estemos bajo la Ley. Ha roto el yugo de nuestra cautividad . Ha roto todo lo que nos aplastaba para reparar en nosotros todo aquello que estaba roto, para hacer volver a la libertad los que estaban cautivos...

Buen Jesús, a pesar de haber partido el pan por nosotros, pobres mendigos, seguimos con hambre... ¡Parte cada día este pan para los que tienen hambre! Hoy, como todos los días, recogemos algunas migajas, y cada día volvemos a tener hambre de nuestro pan de cada día. ¿Si tú no nos lo das, quien nos lo va a dar? Somos menesterosos y desprovistos de todo, no tenemos a nadie que nos parta el pan, nadie que nos alimente, nadie que nos restablezca las fuerzas, nadie más que tú, Dios nuestro. En cualquier consuelo que nos envíes, recogemos las migajas de aquel pan que tú nos partes.