Reflexiones Bíblicas

San Lucas 5,27-32

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Le ví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Le ví ofreció a Jesús un gran
banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: "¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?". Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan". 

Comentario del Evangelio por Beata Teresa de Calcuta (1910-1997) fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad 

Llamados a ser santos

¿Cuál es la voluntad de Dios acerca de nosotros? ¡Que seamos santos! La santidad es el don más grande que Dios nos puede dar porque nos ha creado para este fin. Someterse a aquel o a aquella que se ama es más que un deber: es el secreto mismo de la santidad.

Como recuerda san Francisco, cada uno de nosotros somos lo que somos ante Dios, nada más, nada menos. Todos somos llamados a ser santos. No hay nada de extraordinario en esta vocación. Todos hemos sido creados a imagen de Dios para amar y ser amados. Jesús desea nuestra santidad con un ardor
inefable: "Porque ésta es la voluntad de Dios: que viváis como consagrados a él." (1Tes 4,3) Su divino corazón desborda de un deseo insaciable de vernos progresar en la santidad.

Debemos renovar cada día nuestra decisión de avanzar en el fervor como si se tratara del primer día de nuestra conversión, diciendo: "Ayúdame, Señor, Dios mío, en mis buenos propósitos en tu servicio, y dame la gracia de comenzar hoy mismo, porque lo que he hecho hasta ahora no ha sido nada." No
podemos renovarnos interiormente si no tenemos la humildad de reconocer aquello en nosotros que necesita ser renovado.