Reflexiones Bíblicas

San Lucas 8,1-3

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes. 

Leer el comentario del Evangelio por : Juan Pablo II, papa 

"Iban con él los doce y algunas mujeres..." (Lc 8,2)

Desde lo comienzos de la misión de Cristo, la mujer muestra respecto de él y respecto de todo su misterio, una sensibilidad particular que corresponde a una de las características de su feminidad. Conviene remarcar, a demás, que esto está confirmado particularmente en cuanto al misterio pascual, no sólo en el momento de la crucifixión sino eminentemente en la mañana de la resurrección. Las mujeres son las primeras en acudir a la tumba. Son las primeras de encontrarla vacía. Son las primeras en escuchar: "No está aquí, ha resucitado, tal como lo había anunciado" (Mt 28,6) Son las primeras a echarse a sus pies (Mt 28,1_10; Lc 24,8_11)

El evangelio de Juan (cf también Mc 16,9) pone de relieve el papel particular de María Magdalena. Es la primera de encontrar a Cristo resucitado...Por esto se ha venido a llamarla "apóstola de los apóstoles". María Magdalena fue, antes que los apóstoles, testimonio ocular de Cristo resucitado y, por esta razón, fue también la primera en dar testimonio delante de los apóstoles. 

Este acontecimiento es, en cierto sentido, la coronación de todo lo que se había dicho anteriormente sobre la transmisión, por medio de Cristo, de la verdad divina a las mujeres, en condiciones iguales con los hombres. Se puede decir que aquí se cumplen las palabras del profeta: "Yo derramaré mi espíritu sobre todo hombre. Vuestros hijos e hijas profetizarán." (Jl 3,1) Cincuenta días después de la resurrección de Cristo, estas palabras quedan confirmadas en el cenáculo de Jerusalén, cuando desciende el Espíritu Santo, el Paráclito. (cf Hch 2,17) Todo lo que se había dicho sobre la actitud de Cristo frente a las mujeres es confirmado e iluminado por el Espíritu de la verdad sobre la igualdad entre hombre y mujer.