Reflexiones Bíblicas

San Mateo 5,20-26

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. 

Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último cuarto." 


COMENTARIOS

La fidelidad del cristiano no está ligada a los pequeños detalles, sino a las grandes actitudes que se manifiestan hasta los más mínimos detalles. No se trata de cumplir todos y cada uno de los preceptos de la antigua ley –imposibles, por lo demás, de cumplir, dado el número incontable de ellos-, sino de poner en práctica las bienaventuranzas que hacen posible que Dios reine sobre el mundo y que su designio de amor se convierta en la norma de vida del hombre.

Hay que evitar, por tanto, todo aquello que nos lleve a romper con el prójimo. Por eso no basta con "no matar", sino que hay que anular todos los pasos previos que puedan llevar a esto. Al cristiano se le exige una fidelidad que no aparece en el Antiguo Testamento. Tiene que acabar con todas las barreras de desamor que lo separan del "hermano". El seguidor de Jesús debe buscar en todo momento la reconciliación, antes que las cosas empeore, y atajar la discordia, antes de que se convierta en pleito. Éstos son los verdaderos actos del culto que hay que dar a Dios. 

De nada sirve hacerle ofrendas, si antes no se ha llevado a cabo la reconciliación con los hermanos. La verdadera ofrenda a Dios es el amor sin límite al prójimo. Y "prójimo" no es sólo "aquél que está cerca de mí", sino "aquél a quien yo me acerco en cualquier momento", como aparece en la parábola del Buen Samaritano, que consideró prójimo a aquel malherido desconocido, pero necesitado de misericordia y amor. Prójimo es para el cristiano cualquiera que necesite nuestra ayuda, esté cerca o lejos de nosotros.