Reflexiones Bíblicas

San Mateo 7,6.12-14

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; las pisotearán y luego se volverán para destrozaros. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos." 
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Cuando aparece en el Nuevo Testamento la expresión “así dice la Ley y los Profetas” debemos entender que se refieren a todo el Antiguo Testamento. La Ley y los Profetas eran, en la época de Jesús, la máxima expresión de la voluntad de Dios. La ley revelada por la tradición mosaica consagraba los preceptos fundamentales de las relaciones interhumanas y regulaba los ritos del culto. Los profetas actualizaban esa voluntad divina y la interpretaban para la situación histórica en la que actuaban. La ley fundamental y la actualización constante interpelaban continuamente la vida de la comunidad creyente y la desafiaban a descubrir la voluntad de Dios en los acontecimientos cotidianos.
Una de las máximas fundamentales de esa legislación era la reciprocidad de nuestras conductas. Nosotros no podemos imponer ni esperar algo que nosotros mismos no demos con generosidad. Por eso la máxima “todo lo que ustedes quieran que les hagan, háganlo ustedes con el resto de la humanidad” manifiesta los principios de reciprocidad y equidad necesarios para toda convivencia humana. Y, en esto, el cristianismo no puede quedarse atrás. Porque en lo fundamental de la ética humana se afianza lo esencial de la ética cristiana. Todo principio de equidad, justicia y respeto que nosotros exijamos, debemos estar dispuestos a darlo en primer lugar. 
Esta máxima no se reduce en el evangelio a un ‘te doy para que me des’, sino a un doy porque la voluntad de Dios me hace feliz. Y en el dar y exigir justicia se manifiesta siempre el amor de Dios y el amor por el prójimo.