Reflexiones Bíblicas

San Mateo 7,21-29

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados." 

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente." Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas. 

COMENTARIOS

El común de los cristianos se inclina a pensar, con frecuencia, que la religión se reduce a las expresiones de devoción. Y la consideran más interesante una celebración cuanto más pomposa, llamativa y espectacular. Pero, una lectura atenta del evangelio nos pone en guardia contra estos prejuicios.

La autentica religiosidad no es una cosa de estar gritando cada día ‘Señor, Señor’, ni de andar buscando milagros, sanaciones y exorcismos. La mayor parte de las veces estas expresiones se reducen a la pura manifestación de la emotividad pero no comprometen al cristiano con los valores auténticos del evangelio. Todas las exteriorizaciones religiosas cristianas son sanas en la medida en que concurren a la realización del gran ideal de Jesús de Nazaret: el reino.

La comunidad cristiana está invitada a construir su casa sobre la roca, o sea, sobre la práctica de Jesús. Las múltiples manifestaciones piadosas, devocionales y emotivas deben ayudar al cristiano a identificarse con la propuesta de Jesús y motivarlo para seguirlo.

La comunidad cristiana nos dejó en el Sermón de la Montaña una enseñanza imperecedera que culmina con esta comparación entre las dos casas. Los cristianos de cada época histórica tienen la obligación de cimentar sus opciones en el amor fraterno, la solidaridad y el perdón.

La multitud que sigue a Jesús reconoce en él la insólita capacidad de conectar el rigor de las exigencias éticas del reino con las urgencias cotidianas, la teoría con la práctica y la profundidad del mensaje con la sencillez de la exposición.