Reflexiones Bíblicas

San Mateo 8,5-17

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: "Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho." Jesús le contestó: "Voy yo a curarlo." Pero el centurión le replicó: "Señor, no soy quién soy yo para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace." 

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; en cambio, a los ciudadanos del reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Y al centurión le dijo: "Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído." Y en aquel momento se puso bueno el criado. 

Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: "Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades." 

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Cuando el cristianismo nació, como movimiento social y religioso, era un grupo mínimo dentro del pueblo judío y dentro de la inmensa variedad de religiones orientales, griegas y romanas. Sus reducidas dimensiones les permitía tener un diálogo abierto y creativo con todas las expresiones religiosas del momento. Y ellos eran así debido al talante mismo de Jesús que no hacía acepción de personas y reconocía la auténtica fe religiosa donde ella se manifestaba, sin importar si eran judíos o no.

La manifestación de fe del centurión sobrepasa las expectativas de todos, incluso del mismo Jesús que queda sorprendido con la respuesta clara y serena del oficial romano. El centurión no pedía un favor para él, sino para uno de su ‘casa’, para una persona que, aunque vivía bajo el régimen de la servidumbre, estaba bajo su directa responsabilidad. El centurión incluso reconocía, con gran humildad, que él, como soldado, también estaba sujeto a un ordenamiento superior. Y lo más sorprendente de la escena es que el oficial romano prácticamente se coloca ‘a las órdenes’ de Jesús, contraviniendo todas las reglas sociales del momento. El diálogo entre extranjeros y judíos estaba prácticamente prohibido por la ley, porque era causa de impureza. Incluso, los fanáticos rebeldes veían este tipo de aproximaciones como una abierta traición contra la causa nacionalista. De parte de los romanos, no se veía con buenos ojos que los jefes militares se ‘sometieran’ a los líderes. Sin embargo, Jesús viendo la poderosa fe del centurión se salta todas estas barreras y, por medio del mismo oficial, comunica una palabra de vida, fe y esperanza a toda la ‘casa’ del oficial romano.