Reflexiones Bíblicas

San Mateo 16,13-19

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" Ellos contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo."

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Pedro y Pablo representan dos caminos diferentes y complementarios de edificación de la iglesia. Pedro, un humilde pescador de Galilea, compañero de andanzas de Jesús, hombre sincero y temerario, representa a ese pueblo sencillo que acoge con alegría y ardoroso corazón la invitación de Jesús al seguimiento. Pablo, en cambio, hijo de una familia notable, ciudadano romano, hombre ilustrado y profundo conocedor de las escrituras representa a esa parte del pueblo de Dios que se siente deslumbrada por el llamado de Cristo y, dejando las preocupaciones, la seguridad y los compromisos de su condición social, se vuelca completamente al servicio de todos los hermanos. Los dos emprenden, por caminos diferentes, la vía que los conducirá a Roma y al martirio.

Pablo junta en torno a la cruz a innumerables pueblos que estaban excluidos de las promesas de Yahvé. A pesar de ser un hombre de escasa fuerza física, agradece al Señor toda la fuerza que le da “para anunciar íntegro” el mensaje de salvación y se prepara para el martirio. Pedro sigue a Jesús desde Galilea a Jerusalén. Se abraza a su maestro con un fervor y una radicalidad sobrehumanos. Pedro y Pablo median en los muchos conflictos y dificultades de la comunidad naciente y, aunque tienen titubeos, orientan sabiamente al pueblo que Jesús le ha encomendado y lleva su testimonio de fidelidad hasta el martirio.

Hoy debemos preguntarnos si, como cristianos, somos capaces de fundir la tenaz fidelidad de Pedro y la capacidad de Pablo para servir al pueblo cristiano y conducirlo sabiamente por los caminos del Señor.