Reflexiones Bíblicas

San Mateo 12, 14-21

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: "Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones." 

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En muchos lugares de hispanoamérica se celebran con gran fervor todas las memorias, solemnidades y fiestas de María Santísima. Cada advocación es acogida por algún gremio (artesanos, conductores, enfermeras, etc.) y convertida en ‘fiesta patronal’. La celebración es tan grande que, por lo general, la gente termina olvidando el motivo y la historia de la advocación. Y lo que es peor, termina por ignorar cuál es el significado de esta mujer para el pueblo de Dios.

El evangelio pone a prueba todas nuestras imágenes idealizadas. La familia de Jesús lo busca sin dignarse a entrar donde él se encuentra reunido con su comunidad. Ellos se ubican fuera del círculo de discípulos y discípulas que escuchan al maestro y ‘eligen la mejor parte’, es decir, la parte que le corresponde a aquellos que quieren ser ‘oyentes y servidores de la palabra’. Jesús no se deja intimidar por la actitud de los parientes y los invita a hacerse familia suya no por los vínculos de sangre, sino poniendo en práctica el evangelio. 

Al leer estas palabras de Jesús nos damos cuenta que María fue haciendo un camino de fe que la llevó al pleno encuentro con su hijo y con el Señor. La asidua meditación de los acontecimientos cotidianos hizo crecer su corazón hasta el punto de llegar a albergar en él a toda la Iglesia. María hizo el camino de fe y seguimiento de Jesús que debe emprender todo creyente.