Reflexiones Bíblicas

San Mateo 12,38-42

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: "Maestro, queremos ver un signo tuyo." Él les contestó: "Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón." 

COMENTARIOS

A Jesús le piden una señal milagrosa para verificar si en él se cumplen los criterios necesarios que lo acrediten verdaderamente como Hijo de David, según la conciencia mesiánica que estaba todavía viva. La explicación de Jesús no es suficiente para los fariseos, a los que se les unen algunos maestros de la ley, para pedirle a Jesús que realice una señal maravillosa, extraordinaria. Esta invitación es una nueva tentación, para manipular, por medio del poder, lo que Jesús pueda hacer.

Las señales milagrosas que le piden los fariseos y maestros de la ley a Jesús, son muy parecidas a los milagros que muchos creyentes esperamos encontrar en nuestro caminar de fe. Cuantas veces muchos creyentes no hemos esperado algún milagrito (como ganarnos la lotería) y ponemos en Dios la petición insistente de este deseo.

Hay que tener muy claro que las señales y milagros que obraba Jesús no eran salidas milagreras y fantásticas, ni mucho menos Jesús obraba alguna señal manipulado por el poder de los poderosos o los más sabios de su época. Las señales y milagros obrados por Jesús (curaciones, liberaciones de situaciones de opresión, dignificación de las personas) representaban signos de un cambio interior y exterior en el comportamiento de las personas que se beneficiaban de estos signos. Todos los milagros consignados en los evangelios son expresión sencilla del cambio de mentalidad, al que Jesús invitaba a sus oyentes, un cambio radical de mentalidad que se debía efectuar en la vida y que debía poner en movimiento a quien era liberado de alguna forma de opresión (sea por enfermedad o por alguna estructura de poder).