Reflexiones Bíblicas

San Mateo 6,1-6.16-18

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 

Comentario del Evangelio por Juan Pablo II 

“Volved a mí de todo corazón” (Jl 2,12)

Este tiempo privilegiado del año litúrgico está caracterizado por el mensaje bíblico que se puede resumir en una palabra: ....”Convertios!” La ceremonia sugestiva de la imposición de la ceniza eleva nuestro espíritu hacia la realidad eterna, hacia Dios que es el principio y el fin, el alfa y la omega de nuestra existencia. (Ap 21,6) En efecto, la conversión no es otra cosa que un retorno a Dios, valorando las realidades terrenas a la luz indefectible de la verdad divina. Es una estimación que nos empuja a ver cada vez con más claridad de conciencia que estamos aquí de paso, en medio de las vicisitudes penosas de esta tierra y nos anima a esforzarnos por instaurar el Reino de Dios dentro de nosotros mismos y para que la justicia se establezca en el mundo.
La palabra “penitencia” es también sinónimo de “conversión”. La Cuaresma nos invita a practicar el espíritu de la penitencia, no en un sentido negativo de tristeza y frustración, sino en el sentido de elevar nuestro espíritu, liberándolo del mal, deshacernos del pecado y de todas las influencias que pueden entorpecer nuestro paso hacia la plenitud de la vida. Penitencia como remedio, como reparación, como cambio de mentalidad para disponernos a la fe y a la gracia, pero que supone voluntad, esfuerzo y perseverancia. Penitencia como expresión de un compromiso libre y generoso en el seguimiento de Cristo.