Reflexiones Bíblicas

San Mateo 14,13-21

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: "Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer." Jesús les replicó: "No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer." Ellos le replicaron: "Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces." Les dijo: "Traédmelos." Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. 

COMENTARIOS

Después de la multiplicación de los panes y los peces, la comunidad, simbolizada por la barca, debe enfrentar el embate de las fuerzas adversas al proyecto de Jesús que intentan hundir toda alternativa. La primera amenaza consistía en los deseos de la multitud de hacer de Jesús un rey que les garantizara la comida (Jn 6, 15). Lo mismo le ocurrio al pueblo de Israel con Moisés, a ratos lo despreciaban porque les había quitado las comodidades de la esclavitud (Nm 11, 4-15) y a ratos lo encumbraban porque realizaba prodigios.

Esta doble dinámica se encuentra en el texto de hoy. La comunidad en medio de la tormenta se olvida del Jesús de la solidaridad y lo ven únicamente como un fantasma que se aproxima en la oscuridad. Quieren ir hacia el pero se dejan amedrentar por las fuerzas adversas. Ponen el pie en el ‘mar’, como Pedro, pero luego se dejan hundir al no sentir la inmediata proximidad del Maestro.

El evangelio nos invita a hacer una experiencia total de Jesús. No lo podemos reducir el pálido reflejo de nuestros pensamientos porque se nos convierte en un fantasma. Ni lo podemos ver únicamente como el caudillo que nos conduce hacia la tierra donde no hay hambre. Tampoco podemos reducirlo a ser una simple tabla de salvación para nuestras angustias personales. Debemos dejar que sea Él quien nos hable a través del libro de la Biblia y de la vida. Sólo escuchando su voz llegaremos a entrar en contacto directo con el en nuestra realidad individual y comunitaria.