Reflexiones Bíblicas

San Mateo 17,1-9

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis." Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos."

COMENTARIOS

El evangelio de Mateo se preocupa por señalar el lugar de Jesús en la historia de la revelación divina. La montaña alta es el símbolo del encuentro con Dios. Moisés recibió toda la revelación del Señor en la cima de los montes Sinái y Horeb. Elías, luego de una peregrinación de cuarenta días, subió al monte Horeb al encuentro del Señor. El lugar de Jesús, en medio de Moisés y Elías, señala su papel fundamental en la historia de la revelación: él es la imagen del Dios invisible.

Para Israel, la revelación fundamental fue recibida por medio del gran profeta Moisés que se convirtió en modelo de toda profecía. Él era el gran mediador de la voluntad de Yahvé. Elías, el profeta más cercano a la imagen de Moisés, encarnó ese ideal de fidelidad a la voluntad del Señor. El final del Pentateuco (Dt 34, 10-12) y el final de los profetas (Mlq 3, 22-24) nos ofrecen las claves de lectura de la transfiguración del Señor. Jesús es el profeta esperado, el gran interprete de la voluntad divina, la revelación definitiva. Y como buen profeta, Jesús se presenta como lector crítico de la historia para denunciar las injusticias y anunciar la esperanza definitiva: la violencia y la injusticia no son la última palabra.

La respuesta de Pedro ante esta nueva comprensión e la persona y misión de Jesús es insuficiente. No bastan tres tiendas para contener la revelación de Dios. La auténtica manifestación de Dios es Jesús y nuestra respuesta sólo puede ser la escucha atenta.