Reflexiones Bíblicas

San Mateo 17,22-27

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos la Galilea, les dijo Jesús: "Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día." Ellos se pusieron muy tristes. 

Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: "¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?" Contestó: "Sí." Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: "¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?" Contestó: "A los extraños." Jesús le dijo: "Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti." 

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En la época del imperio romano el tránsito de mercancías y personas estaba sujeto a rigurosos controles militares y fiscales. Las fuertes medidas tributarias le permitían al imperio financiar un ejercito tan numeroso extendido por todas las regiones del Mediterráneo. Sin embargo, los romanos, como sagaces administradores, delegaban el cobro de impuestos a las organizaciones locales. El episodio de hoy pone en duda precisamente la legitimidad de tales medidas.

Jesús le propone una comparación a Pedro que permite captar la injusticia que había detrás de tales medidas. Los impuestos están reservados para las personas que, viniendo desde fuera, no le aportan nada a la nación. Pero los habitantes del país, los ‘hijos’ como los llama el evangelio, no están obligados a pagar aquellos impuestos que se derivan del libre tránsito por los territorios del propio país. Los habitantes de un país aportan impuestos legítimos por muchas actividades comerciales, religiosas y sociales, pero no deberían pagar aquellas que se les imponen desde fuera, como si vivieran en la propiedad de otro.

Jesús, entonces, encomienda a Pedro la tarea de proveer los fondos necesarios para no entrar en conflicto con las autoridades locales. Sin dejar de denunciar la injusticia la comunidad, simbolizada por el pez, asume la tarea de cumplir con las obligaciones que el sistema impone, ya que una reflexión, aunque sea verdadera y acertada, no se impone por la fuerza sino por el diálogo.