Reflexiones Bíblicas

San Mateo 22,34-40

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?" Él le dijo: ""Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas." 

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Fariseos y saduceos representaban, en la época de Jesús, el ala progresista y el ala tradicional del judaísmo. En apariencia eran dos partidos opuestos. Tenían maneras completamente diferentes de entender la Escritura y rivalizaban en casi todos las decisiones políticas. Sólo en una cosa eran iguales: se creían superiores a los demás. Las pretensiones de unos y otros no tenían límites. Sin embargo, únicamente los fariseos sobrevivieron a la destrucción de Jerusalén por parte de las tropas romanas treinta años después de la muerte de Jesús. Mateo hace referencia a una controversia aguda y constante entre fariseos y cristianos por la interpretación de la Ley. Para los fariseos el cumplimiento de la ley consistía en el conocimiento exhaustivo de todas las rúbricas, los decretos y las más mínimas disposiciones de las tradiciones escritas y orales. Para los cristianos el problema era encontrar los principios en los que se sustentaba toda la Ley: el amor a Dios y al prójimo.

Sin embargo, parece que no hemos superado las interpretaciones de las Escrituras de fariseos y saduceos porque hemos convertido el amor del que nos habla Jesús en una meliflua combinación de sentimentalismo y superficialidad. El texto propone amar a Dios con todo el corazón, el alma y el ser. Esto significa que a Dios no lo podemos reducir a las manifestaciones piadosas, ni le podemos ofrecer las migajas que sobran de nuestra vida. Al Dios de la justicia y el amor que nos revelan las Escrituras, le debemos dar todo, no lo que nos queda del día.